La ciudad que se va, a propósito de letras monumentales / Víctor Fuentes

 

Dejar morir la ciudad que fue, será o puede ser, dice mucho de nosotros que la conformamos, con nuestro transitar, decir y actuar. Cómo la rememoramos si nos alejamos de ella, cómo la decimos si la vivimos, cómo podríamos dedicarnos a habitarla.

Encontré una página dedicada a un proyecto letrasenlaciudad, y me hizo pensar en muchas cosas, despertar mi curiosidad, el proyecto parece sencillo, surgió en el año 2015, a partir de la iniciativa de una empresa dedicada al diseño.

Es un proyecto de intervención, con enfoque alternativo, participativo, entre los creadores, los diseñadores y las empresas, instituciones y lo principal los ciudadanos. El proyecto propone la tipografía como vía para la expresión de emociones, que nos haga pensar, reflexionar y embellecer la cuidad.

Si bien surgió en Zaragoza, España. Podemos ver letras monumentales en casi todas las ciudades de la republica nuestra, un caso fue el de “Progreso” Yucatán, que el ayuntamiento pagó 180,000 pesos y en pocos días el viento fuerte las derribó del malecón, esta tipología se ha repetido en las ciudades como parador fotográfico.

Si nos dedicáramos a habitarla, cada sitio que pisamos, cada espacio sería emblemático, cada una de las calles nuestras la amaríamos y sentiríamos cosquilleos si alguna persona o ciudadanos la daña. Este cuidado lo procuraríamos para agradarnos y agradar a quien por primera vez visitase la ciudad.

Entonces valdría la pena viajar cientos de kilómetros para encontrarnos con esos sitios, con todo el esplendor de sus encantos, valdría la pena desplazarnos, ir y encontrarnos con ese misterio, con una aventura nueva. Y no saber de antemano que veremos algo repetido, como si no hubiera otra alternativa, que pudiera existir más opciones aparte de las que se ven.

Maquillar la ciudad con estas letras monumentales resultó de fácil aceptación para cada cuidad, pueblo o municipio sin pensar que siempre hay algo de fondo, copiar solo la forma importa, es más fácil apropiarse de ideas ajenas, sin comprender la filosofía que nace con un proyecto, sin tener la necesidad de alimentar uno propio.

Imitar, demerita todo logro, nos deja fuera, nos aleja de la esencia humana de creación, vulnera nuestro sentido ético, perdemos la capacidad de reflexión, de crítica y la cuidad en su conjunto no crece, no la habitamos en sus múltiples manifestaciones.

Y cuando se tienen iniciativas, estas son menguadas, ninguneadas, las vuelven nimias, como si solo hubiera una manera de expresión, entonces la cuidad se vuelve ajena, distante, y lo que se respira es indiferencia, no hay participación consciente, y la que existe se manipula, para bienestar de unos cuantos.

Construyamos proyectos participativos, donde todas las iniciativas sean bienvenidas, donde quizás si no todos la gran parte de  la ciudad nos impliquemos. Demos un paso adelante con miras a dejar en la memoria espacios cohabitados para todos, espacios comunes que nos sean propios, y la cuidad crecerá no por fuera sino dentro década uno de nosotros.

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