Un sapo a tus espaldas / Víctor Fuentes

El árbol de huanacaxtle, echo raíz en la orilla del arroyo, no soportaron su peso al crecer y se desplomó cubriendo todo lo ancho del cauce, que viaja por todo el pueblo, y pasa por Ixtaltepec, hasta juntarse con el río de los perros, que viene de ciudad Ixtepec. Por el trayecto de Nizanda al río de los perros el arroyo se templa, se vuelve frio.

Sobre el tronco nos montamos a dilucidar qué hacer con los pueblos del istmo que tiene estos tesoros naturales, sin saber explotarlos, al menos no como lo hace Nizanda, abandonado todo a su suerte.

Un sapo brinco al charco que hicieron por debajo del tronco del huanacaxtle, que día a día bebe agua, y le salen ramas nuevas y pequeñas, el tronco no duerme, tiene vida, se empeña en crecer aún tirado como maja sobre el agua. Lo salva parte de sus raíces anclados al borde del arroyo.

Nizanda según INEGI tiene no más de 500 habitantes, es agencia de Asunción Ixtaltepec el año pasado su presidente en turno Oscar Toral, inauguró el sitio como si nunca alguien lo hubiera hecho, él dijo “Nuestro compromiso es cuidarlo”.

Así, encalaron árboles por todo el sendero de 3 kilómetros y colocaron algunos botes de plástico para colectar la basura (que muy pocos lo usan) una joven mujer desde entonces detiene el paso con una cuerda, después de cobrar 10 pesos por persona te da acceso más allá, sin ese requisito no pasas al ojo de agua, ni verás las grutas, ni escalarás al cerro de la piedra azul.

Nosotros que no podíamos resistirnos a senderear y bajar en sentido contrario a las aguas termales, eso no ocurrió, ella nos dijo que este sendero esta fuera de servicio por los sismos. Ya estando entre los peñascos y el arroyo de piedras donde los turistas han creado pozas, nos dimos entera cuenta de lo que nos quiso decir la señora.

Durante el pasado sismo se desplomó una buena parte del peñasco y justo dio en el sendero del agua, qué mejor fue no subir, respiramos aliviados.

Seguíamos montados al tronco del huanacaxtle, contemplábamos todo, y toda posibilidad de hacer “crecer” el istmo, no sólo Nizanda, porque sí se organiza la gente y brinda más alternativas de aprovechamiento de los sitios como éstos ganamos todos.

Los que han visitado alguna vez el lugar, sabrán que falta todo, es un lugar virgen no por ello, debía estar tan desolado, tomas un taxi que no está regulado, los dueños de los mototaxis pueden hacer todo el viaje directo de la parada de La Mata, que es en el entronque de la carretera que va de Juchitán a Matías Romero, hasta las aguas termales, llega gente de todas partes, sobre todo en semana Santa.

Nizanda, no sabe alojarlos, en Juquila una vez fui y me sorprendí de que fuera todo el pueblo hotel, es decir, cualquiera te alojaba en su casa, por unos pesos. Luego fui a una feria a San Dionisio del Mar, todos los pobladores que habitan sobre la avenida principal dan en renta sus casas para los vendedores venidos de todas partes. Luego estuve en Tlahuitoltepec, todo mundo vende comida, al mismo tiempo son guía y te llevan a dormir en un galerón sino tienes donde pernoctar.

Son distintos modos de organizar y recibir a los visitantes. Este tipo de organización pudiera ser factible para la gente que habita estos pueblos de la Mata, La Cueva, y de Mena Nizanda, al fin son pueblos hermanos, por el mismo camino andan.

¿Qué hace falta para que eso suceda? Deben los organizadores preguntar qué quieren o cómo quieren que las personas los visite, si les gusta o no, pareciera que flota un aire de misterio cuando se les pregunta si de verdad existen las cuevas, si hay pinturas rupestres, pareciera que lo custodian ¿Para quién? o ¿De quién?

Hace poco, un equipo de cuatro chicas entrevistaron a un grupo de señores de distintas edades para un proyecto la UPN, ellos atentos a sus preguntas mientras jugaban una partida de domino, ellas al final concluyeron que para estos señores el trabajo del campo es cosa del pasado, que mejor emigran, para buscar empleo en otra parte del istmo.  

Me pregunto cómo, estos señores entrevistados no piensan en algún momento de su vida que tienen la mejor manera de ganársela, ofreciendo justo este servicio a todos nosotros que no lo tenemos.

Me dio tanta tristeza enterarme de ello, sólo me quedó un grato sabor de boca a mí y mi acompañante nombrar a Eréndira mil veces por cualquier cosa, para sentirnos Márquez con la dichosa Eréndira y su abuela desalmada, ella fue un plato fresco de infinita alegría. Le pagamos por sus platillos y nos despedimos amorosamente sin dejar de nombrarla de nuevo: Eréndira, volveremos pronto.  

Víctor Fuentes

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