El escritorio público de Don Juanito

DIANA MANZO/ESPECIAL

JUCHITÁN OAX 17 jul (istmopress) – Un pedazo de cartulina tono paja entintada de letras de color negro  que dicen “Escritorio Público” y pegada a la pared acompañan diariamente a Juan Chávez Cruz, quién desde hace trece años montó en los pasillos del edificio “símbolos patrios” de Juchitán,  su espacio con apenas dos mesas de plástico  de color rojo y una azul, que sostienen delicadamente  a la  consentida de todas, su maquina olivett.

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Juan Chávez Cruz, quién desde hace trece años montó su escritorio público

El sonido tan peculiar que se oye en este pasillo, es difícil no voltear a ver a una persona sentada en una silla de plástico blanca, igual como las mesas, de plástico, de  esas que regalan las empresas de refrescos; su estatura  es mediana, viste con formalidad , con camisa  y pantalón  bien planchados  que hasta el filo se nota a  cierta distancia, sin olvidar sus zapatos  negros brillantes que parecieran recién voleados.

Sus ojos son firmes, su rostro está concentrado nada lo  impide ni las voces de las vendedoras que pasan a su alrededor diciendo “quiere agua de coco”  y como no lograr esa concentración, pues en frente tiene a su amiga y aliada,  “Su máquina de escribir” , aquella de dientes con caries y con un tren de retraso que va y viene, tal y como lo plasma Sabina en su tema “la canción más hermosa del mundo”.

Con raíces de los valles centrales, nacido en Santo Domingo Ingenio y criado desde muy pequeño en Juchitán, Juan Chávez Cruz disfruta teclear a diario su maquina, desconoce que exista  una fecha para celebrar a las secretarias y secretarios “Apoco hay un día señorita, responde admirado, desde que trabajo en este oficio nadie me ha festejado y tampoco preguntado, que los 17 de Julio de cada año es nuestro día”.

Los que pasan por el pasillo, le dicen “Buenos días o buenas tardes Don Juanito o Don Juan”, quién confiesa que a través de este oficio ha mejorado enormemente sus relaciones interpersonales, sus amistades aumentan a diario, pues como no , si atiende a unos seis al día y en temporada de fin de curso, el trabajo parece no terminar.

Su jornada en su “escritorio público” comienza a las 8:00 de la mañana y concluye a las 16:00 horas de lunes a viernes y sábados de 8:00 am a 12:00 de la tarde, porque se adecua al tiempo de los empleados del Servicio Postal Mexicano, quienes le prestan unos “centímetros” de piso para guardar su equipo de trabajo.

Don Juan atiende desde bancos hasta ayuntamientos para la elaboración de documentos a maquina de escribir, y en temporada de fin de curso rellena boletas de los maestros.

“Una carta o un documento sencillo cobro 20 pesos, todo va dependiendo de las hojas y la cantidad de texto, hace trece años solicité el permiso y me lo otorgó el municipio, estoy registrado ante SHCP bajo el régimen de incorporación fiscal antes Régimen de Pequeños Contribuyentes, estoy en mis pagos al corriente, este oficio de secretario lo hago con gusto, porque no encuentro en que ocuparme , tengo 68 años,  y así nadie me dará un empleo”, detalló.

El taquimecanógrafo estudió esta carrera técnica por allá de los años setenta  en la Academia particular Carlos Iribarren Sierra en la ciudad de Tehuantepec, posteriormente laboró en el ex Banco de Crédito Rural en el Istmo de Tehuantepec durante 18 años y finalmente en el Servicio de Agua Potable del Estado de Tabasco  y a su retorno optó por su escritorio público.

Padre de cuatro hijos, tres varones y una mujer, todos profesionistas, es casado y por las tardes se dedica a leer periódicos y su Biblia, su libro favorito, de quién asegura ha aprendido enseñanzas de vida.

“A mi olivett  le hablo bonito, le doy su mantenimiento y la llevo a un técnico, tengo dos, una en mi escritorio público y otra en mi casa, porque en esta época me llevo trabajos para concluir allá, amo lo que hago, por eso es que sigo aquí, muchos dirán que soy serio, simplemente me tomo en serio mi labor de secretario, una persona responsable y pulcra”, resaltó.

A don Juan todavía le quedan ganas, está por cumplir setenta años, como todo oficio tiene sus “achaques”, sus dolores de espalda, pero relata que no dejará de mover las manos de sus teclas con caries, porque es su compañera de vida.

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