Río que derrama vida / por Víctor Fuentes  

 

#istmopress Era las 7 pm verano, desde la alta voz, se escuchó a Tin Guisu, advertir a los pobladores del Barrio Santa Cecilia y El pescador. Ponerse en alerta por el desbordamiento del río Espíritu Santo.

Luego una llovizna acompañó su voz, alarmando a todo el pueblo. Unos llaman a sus familiares, algunos ignoran la advertencia, el anuncio llena las conversaciones de la noche.

No ocurrió nada, la lluvia ceso. La mañana del domingo 21 de octubre amanece soleado, el río sigue su cauce, tempestuoso, pero no logra desbordarse, se derramó sobre los terrenos baldíos y entró en los sitios que guarda memoria.

Las personas de poco a poco se han ido metiendo en su cauce, lo más relevante fue permitir a una congregación edificar un templo evangélico entre un cruce de caminos del paso Che Ndre, desde el año 2015, en adelante se posesionaron del terreno y han querido terminar la construcción, que se mantiene en obra negra, por supuesto estar en este paso es blanco perfecto para ser inundado.  

El río se llenó por las constantes lluvias de octubre, cosa poco frecuente hasta hace unos años, los meses de septiembre eran épocas finales de las lluvias, en la comunidad. Con el cambio climático, esto ya es parte del pasado, no podemos asegurar cuando inicia o termina o seguirá lloviendo, se han alterado los ciclos y la memoria de los pobladores.

Hace algunas décadas el aviso era por medio de un cuerno, lo conocíamos como cacho, desde ese cuerno salía la voz hecha sonido para advertir soplándolo, de quien recuerdan algunos vecinos del barrio Palmeros, es Ta Luciu Toledo, y Ta Rafael, ya finado.

Ellos al igual que Ta Marianu Biyu, Mariano Velázquez, que percutía una lata y Pancho Tina, finado tocaba el caracol. Se encargaban de anunciar de esta manera tan peculiar del inminente desbordamiento, a veces era inexacto, percutían o soplaban cuando el río ya iba surcando las calles, entre la emoción de los niños de ver tanta agua y la alarma ante el peligro de perder propiedades entre los adultos, luego unas disculpas y broma se resolvía esta contingencia.

Ta Marianu Biyu, conserva su tambor tomado de las latas de conservas, cuelga unos de la pared, para percutirla presto si se necesita. Esta dispuesto a comunicarles a sus vecinos cada determinado tiempo, las veces que sea oportuno y mantenerlos toda la noche en vilo.

En estos días, las redes sociales ganan terreno, casi sin responsabilidad asumen los usuarios compromisos de avisar, advertir o monitorear el nivel del río, adjudicándose compromisos bajo su voluntad, de ser héroe o farsante ante tal eventualidad.

Algunos usuarios aprovechan para quejarse de la ausencia de alerta por parte de los trabajadores del ayuntamiento, que próximo se ira, invitan al nuevo tomar cartas en el asunto, algunos más imaginan que protección civil ha instalado albergues en lugares estratégicos como cosa cierta, bromean con sus contactos escudándose en el anonimato.

No hay mal que por bien no venga como dice el adagio, con el acontecimiento podemos darnos cuenta de que existe el río, que aún vive y que representa peligro para la población. Este recordatorio es esencial, para darnos cuenta de lo valioso que es para todos. De su potencia para advertirnos de su vida, de su magnificencia.  Es necesario que ocurra para no tenerlo en el abandono, después de llenarlo de inmundicias todos los días, le tememos a nuestra propia irresponsabilidad.

Sería interesante contarles a los niños y jóvenes, el respeto y cuidado que solo hace algunos años le guardaban nuestros abuelos. Decirles de los ciclos del cual dependemos todos. Guardar esta relación con el medio, garantiza la sobrevivencia de todos.

Que el río crezca es señal de vida, vida abundante, aprendamos a vivir en esta plenitud. Y aprovechemos lo que la naturaleza nos ofrece en su manto.

 

 

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