Un tapanco para los Hermanos Flores Magón / por Víctor Fuentes

#Istmopress – Hicimos un tapanco para los Hermanos Flores Magón, en la comunidad de Unión Hidalgo.  Cuando se planeó  en compañía de los niños, y su maestro ni siquiera lo pensábamos, les propusimos conocer otras maneras de celebrar a los fieles difuntos. Como consigna.

Fue muy oportuno conocer los relatos tradicionales de los Capomos, El Fuerte, Sinaloa. por medio del libro: “Lo que la gente cuenta…” Acercarnos a la cultura del pueblo Yoreme, hablantes del mayo, que habitan en los estados del norte Sonora y Sinaloa de nuestra república mexicana.

Los niños quienes escribieron los relatos nos cuentan mitos y breves relatos de la celebración de los fieles difuntos como “San Antonio”, “La señora del panteón”, “La señora del día de muertos”, “Los perros que ven la muerte”. Esta información nos sirvió para acercarnos a esta cultura, los niños y el maestro solo anotaron Yoreme, vieron cómo en la pantalla se desplegó los enlaces por la página de internet.

Con mucho entusiasmo se avocaron  a indagar en otras fuentes, reunirse para desarrollar  todo, paso a paso, lo que el pueblo Yoreme, realiza para la ofrenda. Hacen un tapanco en honor a los muertos, sobre el tapanco cubren una mantilla negra, colocan alimentos y bebidas, frutas y flores, que en vida el difunto disfrutaba, las luces las colocan por la noche debajo del tapanco.

Todo este ritual fue realizado por los niños de quinto grado, algunos trajeron las pencas (varas largas) el maestro se encargó de traer los postes de mezquite, los dos intendentes cavaron y sembraron los cuatro postes en el patio de la escuela.

Terminado el tapanco, llegó el momento de colocar las flores  y frutas,  las pocas, que cada niño trajo de su casa. Algunos trajeron  flores de cempaxúchitl,   otras margaritas lilas, el altar quedó coronado con el retrato de los Hermanos Flores Magón, fue cuando se decidió dedicárselos cuando se pensó a quien ofrendar.

Algún de los niños comentó, “pues nadie ha muerto, ni un maestro, ni un niño de la escuela pues que sea para los Flores Magón”. Se buscó fotografías de los Hermanos Flores Magón,  donde aparecieran los tres, su profesor se encargó de hacerle un marco de cartón  y lo colocaron finalmente sobre el tapanco.

Invitaron a todos los niños de la escuela para concentrarse al sitio, ahí les comunicaron  lo que habían indagado y cómo se sintieron al conocer otras tradiciones, la forma distinta de celebración entre los pueblos, y no solo la forma local que conocen y participan.  

Así, enterarse que en estas comunidades también transcurren ideas y pensamientos de una vida ligada a la vida y a la muerte.  Les dijeron a los niños que la altura se debe a que los Yoremes piensan que las animas llegan y no pueden pisar el suelo, viajan en el aire y mientras más alto esté el tapanco, es aprovechado lo que se les ofrenda.

Para ese día, los niños crean calaveras, a propuesta nuestra, fue una buena oportunidad, motivarlos a imaginar sus propias calaveras, una profesora encargada de trabajar con los niños de segundo,  decidió integrarse a las actividades, después de ser invitada por el docente organizador.

Entonces ella, preparó a los niños, indagaron, luego dieron a conocer cómo se celebra en la localidad, les comentaron esa mañana a los niños reunidos. Que en nuestro pueblo la ofrenda se realiza el día 31 de octubre y no los días primero y dos de noviembre.  Como ocurre en el resto del país.   

Al igual que la cultura que ellos recién conocieron, “Los muertos viajan por un camino oscuro hasta que llegan al sewa ania, el “mundo flor”, un universo donde animales, fauna y hombre viven en armonía. Desde ese infinito regresarán cada octubre y noviembre a visitar a los vivos. Esta creencia se mantiene en los ocho pueblos yaquis y decenas de comunidades de mayos que habitan en Sonora y Sinaloa. Son los únicos nativos del noroeste de México que celebran el Día de Muertos,

Del libro “Lo que la gente cuenta…” que nos llegó desde la ciudad de México, por la maestra Ma. Isabel Bardales, colaboradora de la Coordinación General de Educación Intercultural y Bilingüe CGEIB. Queremos corresponderle, a ella  le debemos la motivación, y la oportunidad de inspirarnos para la intervención en el ritual, ofrendado  a los Hermanos Revolucionarios cuyo nombre lleva la escuela.

A manera de agradecimiento les compartimos algunas calaveras creadas por los niños de quinto grado:

Estaba la catrina muy aburrida,

sentada en su butaca, y en el camino

se encuentra al maestro Víctor pintando

y dice: qué arte tan bonito,

desearía que me hiera uno igualito

¡qué viva el amor!

¡qué viva la paz!

¡qué viva la calaca!

Que viene hasta atrás.   

 

Llegó la quincena

el director fue al cajero

se topó con la calaca

y le dijo: lero, lero, lero.

No hay dinero.

Andaba la calaca bailando su danzón

pasó por la casa del maestro

Gabino, y dijo: me llevo a este panzón

 

 

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