Pájaro azulado / Víctor Fuentes
Un día me encontré a una escritora y me dijo: “Lo que tú haces con tu gente es grande, me gusta mucho, les amplias el horizonte” si me lo volviera a decir, pasado 12 años de labor, y más aún pasado el septiembre del año 2017.
Le tendría una respuesta distinta, muy distinta a la que no supe darle, ella presentaría el libro “Río por mil años” un 25 de diciembre, como buena promotora del arte y sus oficios, cumplió, dejó todo para estar y compartir unos momentos con nosotros.
Fue asícomo culminamos con algo tangible en nuestras manos, lo demás, se va guardando en unrincón del alma, donde quizás un día emergerá.
Con el mes de septiembre, se abrieron los horizontes de todos, y no solode la gente de mi pueblo, sino de todas partes, se volcaron ayudas materiales, libros, pinturas, pinceles, llamadas para servir de enlace en la repartición de víveres, juguetes ymateriales didácticos.
De varias maneras recibimos donaciones: ropa, comida, agua, y aliento. Que era la parte más importe en la vida dela galería Gubidxa.
Estos gestos de solidaridad se transformaron en cuidado, las tardes de los meses venideros sirvieron para reunirnoslos niños y jóvenes del barrio, leíamos, llegaron amigos dela ciudad de México para contar y narrar historias, preparamos instrumentos musicales con materiales reciclados e inventamos canciones y salimos a cantar en dondela gente se reunía para recibir donaciones.
La casa de pronto se volvió área de juego, mesa de escritura, biblioteca y comedor. La Galería Gubidxa, era casa llena de nuevos espíritus y gente que convivía en el mismo dolor, las tardes sirvieron para llenar de colores nuestras paredes.
Solo les solicitábamos: Ahora imagen uncirco, que nos visita y los animales y acróbatas aparecen como arte de magia, aúnqueda vestigios en los muros como si hubiera pasado muchísimos años, y una de las participantes pintósegún ella una rosa,que bañó deamarillo, luego de rosa pálido y le trazó tímidamente un talloalargado, cada vez que volvía y tenía la oportunidad le decía atodos que esarosa la había pintado, esa rosa es mi rosa, atodos informaba.
Hasta que se nos acabó la pared, vino una lluvia que deslavó el muro que servía de lienzo,en seguida una exposición que requería toda pulcritud, entoncesla rosa y todas las casas pintadas, los meteoros y las estrellasdesaparecieron.
Sin percatarnos volvió, preguntóde su rosa, estamos en deuda con ella, pero a cambio permanece y todas las tardes, aun que hemos acordado reunirnos solo un finde semana, todavía viene y pregunta: ¿Pintaremos hoy? Sí verdad, se responde así misma.
Al agotar las paredes salimos a las calles y a las casas vecinas a pintar más murales para celebrar el día del agua ydela tierra. Se aproximaba el Xandu’ (Fiesta de todos los santos) esomotivó a los participantes idear una forma de despedida, tomamos pinceles y colores, los montamos en una carreta pequeña, tipo de transporte heredado de nuestros abuelos, pues erasu manera de transportar mercancías, tirados por chivos, sobrela carreta llevamos todo lo necesario.
Buscamos casas que estabana punto de colapsar por sí mismas, o declaradas por la SEDATU, como daño total. Estas casas en cualquier momento las demolerían con una máquina,así de fácil, en un dos por tres.
Entonces nos preguntábamos: Este dolor ¿Cómo lo mitigas? Pensamos entonces despedirlasadornándolas de flores, como si se dé un difunto se tratara, como si fuera nuestro ser querido, así fuecomo logramos despedirlas, pintando murosespeciales para cada una.
Los niños y jóvenes comprendieron junto con nosotros que las casas duelen, las casas lloran, las casas son parte denuestro ser y nos dolía perderlas, pero también albergamos una esperanza desde el fondo de nuestros deseos, desde el fondo de nuestros corazones, quizás, tenga una respuesta ahora parami amiga laescritora y, sé. Que le daría gusto saberla.
Los niños, sus nombres y la de mi pueblo, si se grabasen en letras de oro en algún lugar del recintoestarían Dayara tan paciente que las pinceladas danzan, Jerusalén inventora de flores insospechadas, Sadrac un copista natural y Cesar que le sigue los pasos y solo espera un momento para hacernos reír y luego ponerse a llorar, sin motivo aparente.
Después Mesac, fabricador de enormes pájarosdelirantemente azules, y de todos los colores. Kiara, con su elegancia y dotes de coleccionista. Y por supuesto el de Ceci, que prefiere pintar caligrafías gordas ysiluetas de letras, que anuncian de manera anticipada la contadora de historias que será, talvez, no muy lejano. En algún lugar.