El grito de las mujeres
Por: Saúl Sánchez López #Hablantes
El grito es uno de los lenguajes femeninos por excelencia.Las mujeres gritan al parir, gritan cuando las matan, gritan por sus derechos, y ahora, por primera vez en la historia, una mujer gritó por nuestra independencia.
Se dice fácil, pero hay que caer en cuenta de que pasaron más de doscientos años y 65 mandatarios para vivir ese momento. Cuántas políticas, cuántas científicas, cuántaspolicías, médicas, profesoras, madres, hijas… han visto frustrados sus sueños por un orden patriarcal que sistemáticamente les niega oportunidades, frena su desarrollo, las relega a roles secundarios o de plano a labores domésticas. De ahí la importancia de lo sucedido.
¡Viva Josefa Ortíz Téllez-Girón!”, arengó la presidenta con “A”, restituyendo los apellidos originales de La Corregidora, además de agregar a Gertrudis Bocanegra, Manuela Medinay las “heroínas anónimas” al martirologio de héroes y caudillos. No es algo menor. Gertrudis fungió como espía para los insurgentes por casi siete años y se negó a hablar cuando fue descubierta. Manuela, La Capitana, se unió al ejército insurgente, participando hasta en siete batallas (!). Y como ellas, es obvio que hubo cientos de luchadoras que dieron su vida por la causa insurgente, cuyas historias, por capricho del destino, nunca fueron conocidas. ¡¿Por qué es la primera vez que las oímos nombrar en la ceremonia?!
Más allá de las menciones, que es lo más llamativo, el evento estuvo cargado de simbolismos claramente feministas; empezando por la banda presidencial, confeccionada enteramente, desde el diseño hasta el bordado, por mujeres. Del mismo modo, la abanderada y escolta del Heroico Colegio Militar estuvo integrada por cadetes del sexo femenino. La vestimenta de la presidenta fue un bordado artesanal nahua, hecho también por mujeres, y el color morado, lejos de ser casual, fue una alusión directa al movimiento feminista. Se trató en definitiva del Grito de las mujeres.
Empero, hay que contrastar este grito con el de millones de mujeres que aún sufren violencia. Me refiero al grito espectral de las víctimas de feminicidio que este año llega a 394, el grito de las activistas que —increíblemente—siguen luchando por su derecho a decidir, el grito desconsolado de las madres buscadoras que no hace eco en el Estado; en fin, el grito estridente de las marchas multitudinarias que cada 8 de marzo claman justicia por estas y otras tantas causas (padres deudores, violencia familiar, acoso sexual, trata, etc.).
Contrario a lo que dice Claudia, no basta con que ella haya llegado a la presidencia para que llegaran todas. El Grito de Independencia no puede acallar estos otros gritos, así como el triunfo de Obama no terminó ipso facto con el racismo en EE. UU. Que no se me malentienda, es un logro histórico y un orgullo nacional tener a la primera mujer presidenta, no solo de México, sino de Norteamérica, una región en la que Estados Unidos y Canadá se han jactado siempre de su progresismo. Pero ese triunfo mayúsculo no soluciona por sí mismo los acuciantes problemas estructurales que aquejan ala población femenina en nuestro país, vulnerándola, invisibilizándola, sexualizándola, denigrándola, violentándola.
El 15 de septiembre se dio un paso gigantesco en la dirección correcta, pero ese hecho debe trascender lo meramente simbólico y traducirse en acciones concretas en beneficio de todas las mexicanas. El grito que debe escucharse más fuerte no es el de la presidenta, es el de los millones de mujeres que exigen sus derechos.
El grito es una expresión primaria de emociones intensas. Lo mismo gritamos por una pena profunda que al experimentar el placer del orgasmo. Es el lenguaje de lo inefable. En México, las mujeres han venido gritando desde hace ya mucho tiempo. Esperemos que en un futuro cercano solo lo hagan de júbilo. Que la presidenta siga gritando por la independencia, que las mujeres sigan gritando por sus derechos, porque donde reina la violencia y la injusticia no puede haber silencio.
¡Viva las mujeres!