«Una mirada al textil de los muxes»

#Oaxaca 13 de febrero (#Istmopress) «¿Quieren agua de horchata?» grita Natalia Toledo e inicia la plática “Una mirada al textil de los muxes”. En el patio de una casona vieja se encuentra una mesa pequeña, en donde está sentada Natalia y su invitado Víctor Cata. Hay sólo 12 sillas de madera para los asistentes, todas ocupadas, algunas personas deciden quedarse de pie.

Aparte del agua de horchata, gratuita, hay una olla con téjate y venta de cervezas.

La luz del lugar es tenue, apenas la necesaria para observar a los ponentes. Natalia presenta a Ángel López, un joven de 21 años, que toca una pieza en el saxofón, como introducción. Viste informal, con una camisa color café, pantalón de mezclilla decolorado y tenis. Se nota nervioso, pero conforme transcurre la pieza, el nervio ya no es evidente. Termina. Los aplausos invaden el lugar.

Natalia tose fuerte. “Bueno vamos a empezar” dice emocionada. “Esos que están platicando allá atrás, ¡silencio! Señora que está vendiendo, silencio”. Toledo da una presentación en zapoteco: “Padiuxhi benda ne bisaa’na ca dios xquidxe pe la’tu se ca veda ndaa’ tu saca ya’na dxi yoo’ di lani Enkelt raari’ guuleza maestro Toledo, pero nagasi laa lani Enkelt binni naquichi […]” y en seguida lo traduce al español. “Buenas noches, bienvenidos a Enkelt, gracias por estar aquí acompañándonos […]”.

Y, con entusiasmo, habla de su invitado. “Yo podría decir que Víctor Cata es alguien viejo en el sentido más profundo del pensamiento zapoteca. Porque él aprendió y absorbió muchísimo de la lengua nube de su abuela, que le enseñó el zapoteco antiguo, de esas abuelas monolingües, no había cabida para el español”.

Víctor se presenta. Comienza a hablar sobre los muxes que conoció en su infancia. “Conocí a dos muxes, muy famosos en mi región[…] lo describo aquí en mi cuento” dice mientras sostiene y ve su libro. “Era un hombre alto, grande, de sombrero y tejía y bordaba precioso. […] Un artista que tapizaba flores en cantinas”.

La plática previa lo aterriza en la historia de Juchitán de Zaragoza y su producción textil, incluso de cuando el pueblo le surtía prendas a Centroamérica. Mientras tanto Natalia, de manera discreta, hace señas a un joven asistente, quien se acerca. Ella le habla al oído. El chico regresa con tres huipiles y los ponen en la mesa. Víctor se para y con evidente dominio del tema comienza a explicar las partes y bordados de los huipiles.

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Natalia hace un movimiento tratando de mover su laptop y sin querer atropella la cerveza que estaba tomando, que se derrama en uno de los huipiles puestos en la mesa. Reacciona de inmediato. ¡Todo se va a vender! grita con ironía. La gente se ríe. “Este va gratis. Vamos a rifarlo” añade aún con humor. Vuelven a reírse.

Las risas mueren cuando Cata empieza a hablar del machismo en Juchitán de Zaragoza. “Hacer un textil requiere de mucha sensibilidad, mucha belleza para hacer estas maravillas. […] No es justo que como muxes elaboren una prenda hermosa y no puedan usarla” añade. Natalia interviene para apoyar la idea. “Mi madre les enseñó a muchas mujeres a bordar. Ella aprendió con un muxe. Tabernardo muxe fue maestro de muchas mujeres. […] Ahí empieza la cadena de transmitirlo”.

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¿Alguno de ustedes quisiera hacer una pregunta?, dice Toledo para concluir la plática. Toma un trago de su cerveza. Abre su laptop y se concentra en ella por unos instantes.

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¿Alguien vino a escuchar poesía?, grita con exalto Natalia. Todos los presentes contestan casi en coro: ¡sí! La poeta sonríe. “Voy a leer dos” dice. Con la mirada en la pantalla de su laptop declama a los asistentes. Las personas sentadas de inmediato sacan su celular para grabar. Todos. Sin excepción con el flash encendido, 12 luces apuntando a quien declama, parecían luciérnagas en un parque oscuro. Una joven de complexión robusta muy entusiasmada graba un en vivo en Facebook.

Natalia recita en zapoteco. Para después decir lo mismo, pero en español. “Por la silla de ruedas de mi abuela, por los mangos verdes de mi amiga Cándida. Por las casas de ladrillos y su húmedo bermellón. […]” declama con una emoción que transmite a los presentes. Sus rostros, aunque cubiertos a la mitad por la mascarilla, expresan asombro y placer por escuchar a Natalia Toledo, querida y admirada en el estado de Oaxaca. Ella termina de recitar sus poemas. Aplausos y bullas se dejan venir.

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Víctor Cata espera que culminen los aplausos y entonces agradece a Natalia por invitarlo a tan enriquecedora platica. “No se les olvide adquirir un textil” concluye. Segundos después lee  un cuento de su libro. Nadie graba.

“Soy un niño, tengo 9 años, visto una playera blanca […] papá me la trajo […] cuando trabajó como obrero de Pemex […] Tengo una sonrisa que confunde, parece burlona pero no, es tímida, nerviosa diría […] Tú eres como yo, te he observado […]”. Termina. “Gracias” dice y entonces la gente aplaude.

Natalia interrumpe los aplausos diciendo “Hay dos libros, para quien quiera”. Un tipo calvo y su acompañante alzan las manos cual estudiantes pidiendo participar en una clase. La plática termina, es momento de comprar huipiles.

 

Javier Doroteo García/Estudiante de Ciencias de la Comunicación de la Universidad del Mar (UMAR), Campus Huatulco

Fotos: Archivo

 

 

 

 

 

 

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