Violencia vicaria: un daño irreparable contra madres oaxaqueñas

Por: Red de Mujeres Periodistas de Oaxaca*
Edición: Rocío Flores
La violencia vicaria “significa violentar a través de una persona, en este caso hijas, hijos e
hijes, para dañar a la madre”, coinciden diversas especialista en estudios de Género, entre
ellas Lucía Núñez, del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la UNAM.
Este tipo de violencia se encuentra descrita en la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida
Libre de Violencia (LAMVLV) de Oaxaca, pero no está tipificada en el Código Penal.
Diversas organizaciones en México y colectivos de mujeres que luchan contra ella, coinciden
en la falta de voluntad política y el que muchos hombres, en cargos de autoridad, se resisten
a sancionarla, la naturalizan, no los ven como graves, hay resistencia porque es una violencia
que perpetran los hombres, no las mujeres.
En ese largo recorrido que han emprendido las mujeres oaxaqueñas, desde los espacios
posibles, para visibilizar esta violencia y no se repita en las nuevas generaciones de madres,
la Red de Periodistas de Oaxaca acompaña su búsqueda de justicia a través de estas historias.

La historia de Lydia y su expareja vinculada a proceso que reclama la custodia de su
hijo
Por Citlalli López Velázquez
Lydia escapó descalza de la violencia familiar la noche del 10 de octubre de 2021, pero el
temor la persigue. Su expareja, Iván, un académico de la Universidad Autónoma Benito
Juárez de Oaxaca (UABJO), vinculado a proceso, busca obtener la guardia y custodia para
alejarla de su h
Lydia entrelaza los dedos y respira profundo. Las consecuencias del estrés se reflejan en la
debilidad de sus cabellos y uñas. Vivir entre juzgados luchando con los obstáculos del
sistema judicial, que presume de tener perspectiva de género, ha disminuido su tranquilidad y
su paz.
“He podido probar que es un hombre violento, pero las autoridades con el “argumento” del
bien superior del niño, que debe garantizar su desarrollo integral, tanto físico como
emocional, dicen que tiene que convivir con su papá a fuerza, sea como sea este”.
A Iván, las autoridades le han permitido las convivencias a pesar de que su hijo tiene
trastorno del espectro autista y la madre considera que corre peligro a su lado por los
antecedentes de violencia.

La lucha jurídica de Lydia comenzó el día que tuvo que dejar su hogar, en un punto en donde
la violencia familiar se había exacerbado. Esa noche acudió ante la fiscalía a denunciar, pero
las autoridades minimizaron la gravedad de la situación. Le aconsejaron que regresara a casa,
pues “solo se trataba de un enojo”.
“Me dijeron: no te pasó nada grave, no corres peligro, regresa a tu casa, cálmate y vienes otro
día. Cuando puse la denuncia, la MP estaba hablando por teléfono, no me tomó la denuncia
como yo la estaba narrando. Fue horrible. Salí peor”.
El paso siguiente fue solicitar ante la Defensoría Pública la guarda y custodia del hijo. Ahí
mismo llegó su expareja.
—Ya valiste— me dijo.
A lo largo del tiempo en que vivieron juntos la principal amenaza de éste era que si ella
dejaba la casa, le quitaría a su hijo o la metería a la cárcel.
Actualmente Lydia enfrenta una denuncia por violencia familiar con la que su expareja busca
cumplir sus amenazas. Por falta de pruebas no ha prosperado, sin embargo, ha repercutido de
manera importante en su salud mental.

El camino ha sido sinuoso para ella. La carpeta en contra de su expareja se judicializó un año
después, en julio de 2022. En el proceso, se reveló que Ivan no era apto para el cuidado
de su hijo autista, según un peritaje psicológico que lo describió como agresivo, violento,
manipulador y narcisista. A pesar de estas evaluaciones, las autoridades permitieron que
continuara la convivencia con el menor de edad.
Punto crítico | Después de la vinculación a proceso de su expareja, el juez suspendió las
convivencias de manera verbal, sin dejar constancia escrita en los documentos oficiales. Este
hecho permitió que Iván interpusiera un amparo y obtuviera un régimen de convivencias
amplio, contrariando los resultados de la evaluación psicológica.
Lydia resalta la falta de medidas cautelares adecuadas, ya que su expareja debería haber
asistido al centro de reeducación para hombres, pero no lo hizo. Y a pesar de eso no hay
ninguna sanción para él. Las convivencias continúan y representan para ella una causa de
angustia. Además, la espera de la audiencia intermedia mantiene en pausa el proceso penal.
A ello se agrega, la preocupación económica, ya que el padre del académico y padre de su
hijo, —quién, por cierto, ha escrito artículos contra la violencia de género— apenas le da una
pensión alimenticia de 500 pesos mensuales. Lydia considera que al ser allegado del anterior
rector de la UABJO, Eduardo Bautista, le disminuyeron su sueldo en nómina para reducir la
pensión.
En medio de esta batalla, Lydia ahora es consciente de la violencia vicaria que ha sufrido.
Desde el noviazgo, su expareja la amenazaba con quitarle a su hijo como una forma de
control.

Su experiencia le permite asegurar que esta violencia, ejercida a través de los hijos, ha sido
subestimada por las autoridades, por lo que considera urgente una revisión de los protocolos
judiciales para casos de violencia vicaria, así como la implementación de medidas cautelares
que realmente protejan a los menores y a las víctimas.
Violencia vicaria reconocida en ley, pero no es sancionable
En Oaxaca fue el 1 de febrero de 2023 cuando el Congreso del Estado aprobó reconocer la
violencia vicaria dentro de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de
Violencia (LGAMVLV).
La violencia vicaria quedó definida como “toda acción u omisión cometida por una persona,
por sí o a través de terceros contra una mujer, con quien tiene o mantuvo un vínculo
matrimonial o una relación de concubinato, noviazgo o de tipo sentimental, que se ejerce a
través de las hijas e hijos producto de la relación o cualquier otra persona significativa para
ella, con el objeto de causarle un daño psicológico, patrimonial, moral o de cualquier otro
tipo”. Sin embargo, la violencia vicaria no ha sido tipificada en el Código Penal de Oaxaca
para que ésta pueda ser sancionada de manera penal.
La violencia vicaria en números
La encuesta nacional “Reconocimiento de la Violencia Vicaria en México”, coordinada y
ejecutada por la agencia de investigación Altermind y el Frente Nacional Contra la Violencia
Vicaria (FNCVV) respondida por 2,231 mujeres de todo el país obtuvo datos que arrojan luz
sobre este tipo de violencia.
86% de los agresores amenazaron con hacerle daño a los hijos.
76% amenazó con no dejarla ver a sus hijos.
82% niega la pensión alimentaria.
88% inició trámites legales en su contra.
El 57% de las mujeres con custodia fueron denunciadas por violencia familiar.
62% de los agresores simularon actos jurídicos para retener a los hijos.
El 81% de las mujeres fueron separadas de sus hijos, y solo el 39% tiene algún tipo de
convivencia con ellos.

Violencia vicaria: María Fernanda, seis años resistiendo sin sus hijas
Por Rocío Flores
Después de casi 10 años de vivir situaciones de violencia por parte de su ex pareja y seis de
un proceso jurídico para estar con sus hijas, María Fernanda Pérez Gris recupera fuerza junto
a otras mujeres que integran el Frente Nacional contra la Violencia Vicaria.
Ella es parte de este movimiento de madres en Oaxaca que visibiliza este tipo de violencia, la
cual comienza cuando deciden separarse, divorciarse, iniciar una relación con una nueva
pareja o solicitar las pensiones alimenticias para sus hijas o hijos.
En el caso de Mafer, como la llaman de cariño, el padre de sus hijas Víctor se las llevó desde
hace seis años, dos años después de su separación, al iniciar el trámite de pensión alimenticia
para la manutención de las niñas.

En ese momento, las niñas tenían seis y siete años de edad, luego le llamó para decirle que
estaban en Puerto Escondido y que regresaría hasta el martes, eso la puso en alerta. “Me
asusté, pensé, se las puede llevar otra vez y no regresarlas”.
Mafer narra que ese fin de semana (que él se las llevó) viajó. Por la noche, su madre le llamó
para decirle que el padre de sus hijas estaba ahí , en su casa.
“Yo estaba en la Central, le pedí que por favor recibiera a las niñas. Cuando llegué no había
nadie, pensé que estaban adentro, pero no las ví. Mi madre pensaba que él estaba afuera
esperándome, pero no, no las quiso dejar, se las llevó”, relata Mafer entre suspiros que
intentan sosegar su memoria y el dolor que le causa la distancia que hay con sus hijas.
Debido a las acciones del padre de las niñas, las malas prácticas de los abogados que la
asistieron al principio, así como las autoridades encargadas de hacer justicia, durante seis
años Mafer no ha podido estar presente como madre.
Su cuerpo se tensa, al intentar controlar el llanto, pero no puede, se rinde y dice “ cuando se
las llevó, de cierta manera sentí un alivio. pensé: voy a poder descansar, voy a tener unos
días para mí, voy a poder dormir… que las cuide él dos días”.
La voz de la madre se quiebra como consecuencia de ese recuerdo que de pronto la
atormenta. Admite que sí, si estaba muy cansada de la maternidad y de estar con su agresor,
peleando y defendiendo a sus hijas. “Ahora lo veo y digo, cómo pude sobrevivir a eso. Aún
así, yo quería que mis hijas estuvieran conmigo”, dice y simultáneamente las lágrimas
comienzan a rodar por su cara.
“Lo he hecho todo, lo puedo hacer y lo quería seguir haciendo. Pero no fue así”. Yo no quería
ir a su casa (del agresor). me daba miedo estar con él, habían pasado otras cosas”. Unos días
después hablé con mis hijas y me dijeron, “¿ya sabes qué nos van a cambiar de escuela?”.

En esa situación, Mafer buscó una abogada, metió un escrito ante el juzgado para denunciar
que él se las llevó, intentó buscar la guardia y custodia, seguir con su trámite de pensión
alimenticia, y apresurar la audiencia para que pudieran regresar con ella, pero no lo logró.
Un día que llamó él contestó: “nos vemos en el juzgado”. Después de un mes de que las hijas
de Mafer estuvieron en casa con su padre, se realizó una audiencia. La jueza Jueza Lucero
Hernández Melchor , del Juzgado Civil del Distrito Judicial de Etla, ordenó una escucha de
las niñas.
—¿La escucha de menores está permitido a esa edad?— se le pregunta.
—A partir de los siete años, ellas tenían 6 y siete años. Fueron muchas violaciones a
Derecho en el juicio, por ejemplo, no se puede llamar a una escucha de menores tan rápido
sino ha habido un proceso— responde, ahora con seguridad, después de tantos años de luchar
en los juzgados por recuperar a sus hijas.
Explica que mientras que a él, la jueza le resolvió en esa audiencia la custodia provisional, a
ella le postergaron su demanda de pensión, en la que ya habían acordado que se le daría el 40
por ciento de los ingresos a las menores.
“No había avanzado absolutamente nada en mi expediente, me dijeron que el abogado no
puso bien el domicilio, y que otro error que cometió es que no solicitó la guarda y custodia.
Ahora que veo en retrospectiva, veo que así funciona el sistema y los abogados que dicen que
te van a proteger, no lo hacen. Son errores reiterados”.
Sucede también en los casos de sus compañeras del Frente. “Eso hace que los procesos se
alarguen y que haya esos huecos en los que aprovechan para quitarles a nuestras hijas o
hijos. La realidad es que nos siguen violentando los jueces”
La jueza también ordenó las convivencias y acordó la entrega de las niñas en el DIF de San
Pablo, Etla, donde además las funcionarias comenzaron a cuestionarla. “Él llegaba antes que
yo y les decía que mis hijas no querían estar conmigo, porque algo habían visto que estaba
mal en mí”. Esa actitud de Víctor provocaba las empleadas del DIF la cuestionaran, incluso
que ejercieran violencia psicológica en su contra.
Septiembre 2018: El cumpleaños de Mafer en este año, coincidió con una de sus
convivencias. Se fue con su documento de acuerdo al DIF dispuesta a estar con sus hijas,
pero cuando quiso llevarlas le dijeron que no querían irse con ella, ya que el padre fue
cortando el vínculo con sus hijas.
“Intenté convencerlas, obvio quería que la pasaran conmigo. Les mostré el documento, les
dije, soy su mamá. Ellas respondieron llamando a 12 policías del municipio para que me
detuvieran. Y Víctor dijo: “si se la tiene que llevar presa, llevesela”. Fue muy cruel”, cuenta
la madre de 35 años de edad, mientras revive ese momento con lágrimas, una profunda
tristeza se asoma en sus ojos.

La dinámica de las convivencias cambió, pero solo por la repetida agresión de Víctor hacia
ella. Tal como los describen especialistas en género, la violencia vicaria no opera de manera
aislada, sino en concatenación con otras violencias: psicológica y física-económica y, de
manera reiterada.
Un día ella iba en la calle y Víctor la agredió, la insultó. Harta de sus violencias interpuso
una denuncia en la Fiscalía. Le notificó a la jueza y de esta manera cambió un poco su
actitud. A él lo mandó al centro de reeducación para hombres y ellas las mandó a terapias.
Poco tiempo después, Mafer encontró trabajo y comenzaron a descontarle vía nómina el 40%
de su sueldo para sus hijas. Ya iba a la escuela por ellas. En 2020 durante la pandemia, Víctor
le pidió quedarse una noche a cuidar a sus hijas porque viajaría. Ella aceptó. Después le dijo
que viviera con ellos. Otra vez le dijo que no y él respondió: Ah!, entonces ya no te quieren
ver las niñas. Ya no les escribas”.
Han pasado seis años que para la madre han significado, terapias, dinero, cansancio y dolor.
La última audiencia fue un duro golpe. Víctor finalmente logró romper el vínculo entre ellas.
“Ya no me quieren ver. Antes lo dudaban ahora están muy enojadas porque creen que no les
doy dinero, que no me preocupo por ellas. Él no me permitió llamarles, me bloqueó. Me
duele mucho, estuve “al pie del cañón” exponiendo el cuerpo, mi corazón de madre,
aguantando todo”, comparte visiblemente molesta, triste, frustrada. Todo a la vez.
Mafer se cerró un poco, dejó de ir a los juzgados y retomó sus terapias. Hoy, un poco
recuperada, recorta unas cartulinas con los nombres de sus hijas y se alista para salir a gritar
el 25 de noviembre por todas las violencias que ocurren en los juzgados familiares, sin que

ninguna autoridad haga el intento de corregir.

“Me acusó de estar loca, para quitarme a mi hija”: Oliva narra la violencia vicaria que
vive desde hace dos años y medio

Por Diana Manzo
Oliva solo puede ver a su hija un par de horas al día tres veces por semana y lo hace bajo la
vigilancia del padre de la menor. Así han sido los encuentros con su pequeña hija desde hace
dos años, cuando el juez mixto de primera instancia de Puerto Escondido, Oaxaca le concedió
a quien fuera su compañero de vida la guardia y custodia definitiva de la menor. Esta
determinación la dictó porque él la acusó que estaba mal de sus facultades mentales.
“Me acusó de estar loca, para quitarme a mi hija”, expresa con enojo Oliva, que mientras ve
pasar los días, retoma más fuerza para luchar por recuperar a su hija y terminar de una vez
por todas con el martirio de no estar con ella, un martirio que dice, solo ha podido sobrellevar
con la ayuda de otras mujeres.
La violencia vicaria que vive Oliva es una realidad en Oaxaca, al menos medio centenar de
mujeres son violentadas por sus parejas, que con un supuesto “poder”, pagan por “la justicia”
para afectar a la madre de sus hijas e hijos. Pero Oliva reconoce que la única persona dañada
hasta ahora es su hija, hoy de tres años y medio de edad.
Oliva se pone triste al relatar esta historia, pero asegura que es parte del proceso y que pronto,
todo volverá a la normalidad; gracias al acompañamiento del Frente Nacional contra la
Violencia Vicaria y de su representante en Oaxaca, ha sabido entender la situación legal y
tras una lucha de meses, un magistrado de Oaxaca determinó que hubo violaciones procesales
y la urgente reposición del procedimiento.
“Espero y anhelo que esta lucha que me ha desgastado emocional y económicamente me
devuelva a mi hija, no es posible que una niña de tres años y medio esté lejos de su madre,
solo porque a su padre se le ocurrió mentir y pagarle dinero al juez, eso es crueldad”, .
Vivir con violencia vicaria significa para la joven mujer de 34 años de edad, perderse de los
festivales de su hija, sus cumpleaños, no atenderla en sus noches de enfermedad, ni ver sus
bromas ni sus risas.
“Claro, al juez como es hombre, no le importa lo que suceda, no le importa que mi hija no
conviva conmigo, no le importa mi sufrir, no le interesa que mi hija esté en riesgo, pues ese
señor (su padre) es alcohólico y consume marihuana, eso no les importa, porque no es su
hija”, externó.
Oliva brinda servicios de belleza, considera que no tiene recursos como el padre de su hija,
quién estudió derecho y es empresario local en Puerto Escondido y eso la pone en
condiciones de desigualdad y vulnerabilidad.

Por denunciar violencia, me quitó a mi hija
Las emociones florecen cuando habla de su hija, para Oliva no vivir con ella es un sufrir
constante. Recuerda que cuando cumplió un año y medio, y tras vivir 11 meses en casa de su
mamá, decidió volver a Puerto Escondido, y fue justamente cuando el padre de la menor se
enojó y comenzó a ejercer violencia psicológica en su contra.
Ella tuvo miedo y denunció confiando que al hacerlo lograría tener un poco de paz que tanto
anhela.
“Busqué a un abogado de oficio, confié en las autoridades y pedí la guardia y custodia de mi
hija, pero esto molestó mucho a su padre, quién me amenazó y me advirtió que lo pagaría
caro, me exigió revocar la demanda, pero no lo hice. El padre de mi hijo presentó un
documento ante las autoridades en el que dijo que “yo estaba loca”, el juez le creyó y me
quitaron la patria potestad. Pero sigo luchando”, cuenta.
Oliva desconocía la existencia de la violencia vicaria, y fue a través de una amiga que se
enteró cómo actúa este tipo de agresiones contra las madres. Entendió entonces por qué su
salud y estado financiero estaban deteriorados, pues la violencia vicaria no es directa,
también se ejerce provocando obstáculos a las madres para disminuir su economía hasta que
la hagan desistir.
“Finalmente decidí salir del hoyo, busque ayuda, contacté con mujeres qué así como yo
también sufren violencia vicaria; busque ayuda con otra abogada y hoy, por fortuna, un
magistrado de Oaxaca me está dando la razón, revocaremos esa sentencia, porque violenta
mis derechos humanos”, dice Oliva quien en medio de su desdicha, sigue trabajando con un
único propósito: “recuperar a su hija y abrazarla para siempre”.
Su lucha, dice, también es para visibilizar su caso y el de cientos de mujeres así como para
denunciar a los jueces corruptos. “Lo único que exijo es justicia, el que está mal de sus
facultades mentales es otra persona, mi hija merece una vida digna con amor de su mamá. Me
han arrebatado el derecho a la crianza y le han violentado sus derechos humanos”, reclama.

Aferrarse a la terapia psicológica para enfrentar la violencia vicaria
*El arma que Jorge Javier utiliza, desde febrero de 2022, para lastimar a Paola, es
impedirle ver a su hija de 16 años de edad.
Por Nadia Altamirano
Paola ha vivido 18 años de violencia familiar, por lo que recibir acompañamiento psicológico
se ha convertido en la clave para que pueda comenzar a superarla, a la par de una buena
asesoría legal para enfrentar la violencia vicaria de su agresor Javier J. R. V., el padre de su
hija menor.
Javier le ha impedido verla desde febrero de 2022 por una supuesta orden de restricción. La
amenaza de quitársela se dio cuando logró divorciarse de quien la violentó físicamente desde
los dos años de casados. “Te voy a dar en donde más te duela”, le dijo amenazante y días
después supo que el daño sería impedirle convivir con su hija que está por cumplir 17 años de
edad.
Un matrimonio empañado por la violencia
En el año 2003 Paola se casó enamorada y feliz. «Fue por la iglesia, tuve mi vestido de novia,
pero a los dos años empezaron los primeros golpes, patadas», recuerda la mujer.
Con el tiempo, ha entendido que no debe sentirse culpable de haber permanecido en una
relación violenta. También admite que en ese tiempo no había tomado las terapias que le
orientarán para tomar una mejor decisión.
Paola identificaba que las infidelidades que cometía su entonces esposo, elevaba su nivel de
violencia, «quizá porque yo le estorbaba, a la vez que no tenía el valor de decirme que no
quería nada conmigo», dice.
Hizo un primer intento de separarse, pero un segundo embarazo, el de una hija menor que
ahora tiene 16 años, incidió para que ella aceptara volver con él.
De esa decisión se arrepintió tiempo después y por mucho tiempo, porque la violencia que
ejercía Javier no desapareció y la culpa le impedía recurrir de nuevo con su familia. Además
su círculo se redujo a las labores de casa y la crianza de su hijo y su hija.
Mientras vivieron como pareja, Paola denunció la violencia familiar más de una vez, pero
Javier encontraba la forma de amenazarla para lograr que ella retirara la denuncia.
Una navidad, ya separada de Javier, él propuso salir juntos a cenar y al regresar a donde vivía
Paola, aprovechó que su hija e hijo dormían para amenazarla con un cuchillo, jalarla de los
cabellos y amarrarla de las manos.

Esa noche Javier se quedó a dormir en la habitación de su hijo y Paola salió descalza a pedir
ayuda a la Policía Estatal, ya que desconfiaba de la Policía Municipal de San Sebastián Tutla,
en donde se localizaba la casa y de donde Javier era regidor.
Javier estuvo detenido hasta la tarde del día siguiente. Tiempo después, con el argumento de
dialogar, la convenció de subirse a su camioneta, la cual manejó rumbo a la Sierra Juárez
entre amenazas de chocar o matarla si no retiraba la denuncia más reciente que había
interpuesto en su contra.
«Para mí fue de los peores momentos de mi vida porque me imaginaba que iba a terminar
como esas mujeres cuyo cuerpo se encuentra entre matorrales, pensaba en mi hija e hijo
mientras él amenazaba con chocar contro otro auto, matar a mi familia, hasta que se paró en
una curva, me hinqué, le supliqué y le prometí retirar la denuncia».
Después de este acontecimiento, se presentó con un abogado y lograron iniciar un expediente
por intento de feminicidio.
La afectación emocional que había causado en Paola tantos años de violencia le impidieron
contar todo a su familia, seguir con el proceso legal o buscar ayuda psicológica. Lo hizo hasta
el 2021.

La psicóloga que comenzó a acompañar a Paola le hizo ver la gravedad de convivir con quien
intentó matarla, pero al tratar de poner nuevos límites, él le pidió dejar la casa donde vivía
con sus hijos y además su suegra la denunció, presuntamente por llevarse cosas. Esto propició
que ingresara la Policía Municipal, incluso que su esposo la denunciara por violencia
familiar.
«Me salí de la casa sin mis hijos porque lo único que pude conseguir era una casa hecha de
lámina que esperaba acondicionar para traerlos a vivir conmigo en días posteriores, pero él no
lo permitió».
Paola tuvo que retomar las visitas a los juzgados. Finalmente al inicio del 2022 logró
divorciarse y aún sigue sin entender cómo le cedieron a él la guardia y custodia provisional,
y a ella solo las convivencias con su hija menor cada 15 días, convivencias que él ha
obstaculizado.
«Durante el divorcio que él amenazó con darme donde más me duele y así ha sido». Por casi
dos años no ha podido volver a ver a su hija menor, en el caso de su hijo, quien tiene 19 años
de edad ha podido convivir con él sin impedimentos.
Sin fundamento jurídico
Consultada al respecto, la abogada del Grupo de Estudios sobre la Mujer Rosario Castellanos,
Monserrat Rosario Avendaño advierte que son las hijas y los hijos quienes sufren los
maltratos físicos y psicológicos que un padre ejerce para dañar indirectamente a su pareja o
ex pareja.

Monserrat Rosario brinda asesoría jurídica por violencia de género, y observa que hasta el
momento, el término de violencia vicaria no está jurídicamente fundado y motivado, sólo
existen iniciativas que responden al movimiento de mujeres y madres que la han vivido.
Actualmente muchas abogadas, sobre todo feministas, decimos y mencionamos la violencia
vicaria, pero para el Estado, representado por la autoridad juzgadora que es el juez, la Jueza,
el Ministerio Público o Secretarios Judiciales, no existe porque no está incluido en el
Código Penal.
Paola supo que vivía violencia vicaria por su terapeuta, quien le aconsejó buscar a algún
grupo de mujeres y así encontró a la representación del Frente Nacional contra la Violencia
Vicaria.
Flor Robles López, psicóloga del Grupo de Estudios sobre la Mujer Rosario Castellanos,
considera que el acompañamiento psicológico permite a víctimas de violencia de género
recuperar la autonomía económica y emocional, poder tomar decisiones por ellas mismas,
además recuperar e incrementar la autoestima y autoconocimiento, sobre todo cuando su
pareja o ex pareja trata de hacerle daño a través de un hijo o hija.
«La terapia psicológica permite hacer una deconstrucción del amor romántico y cuestionar
todo lo que sostiene a una mujer en situación de violencia, la cultura, la religión, creencias,
estructuras sociales y psicológicas», además de reconocer y nombrar las violencias que se
suelen normalizar e invisibilizar.

«La violencia vicaria es de las peores que puede vivir una mujer. La terapia me ha ayudado
mucho, pero con la separación de mi hija tengo mis retrocesos, porque a veces la extraño y no
puedo dejar de llorar, pero agradezco que dentro de todo tiene salud y crecerá para darse
cuenta qué es lo que ocurrió realmente», expresa Paola, quien además que confía que el
proceso legal avanzará y volverá a tener la custodia.


VIOLENCIA VICARIA
Se trata de una violencia desplazada al utilizar a hijas o hijos para herir a una mujer.
El término lo acuñó en 2012 la psicóloga clínica y forense Sonia Vaccaro.
LEGISLACIÓN
El 8 de diciembre de 2022 la Comisión de Igualdad de Género de la Cámara de Diputados del
Congreso de la Unión aprobó el dictamen a las iniciativas con proyecto de decreto por el que
se adicionan y reforman diversas disposiciones de la Ley General de Acceso de las Mujeres a
una Vida Libre de Violencia en materia de violencia vicaria.
En febrero de este 2023 el pleno de la 65 Legislatura del Congreso de Oaxaca aprobó en lo
general y en lo particular una reforma a la Ley Estatal de Acceso de las Mujeres a una Vida

Libre de Violencia, en la que se reconoce la violencia vicaria, pero faltan reformas en el
Código Penal.


*La Red de Mujeres Periodistas de Oaxaca es un colectivo fundado en el año 2022 y está integrado por Lisbeth Mejía Reyes, Soledad Jarquín Edgar, Citlalli López Velásquez, Rocío
Flores, Christian Jiménez, Paulina Ríos, Karen Kauffmann, Diana Manzo, Nadia Altamirano.

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