Generación Zombi

Por: Saúl Sánchez López

¡Qué pronto decayeron los ánimos de la avejentadageneración Z! A tan solo 5 días de la primera marcha, el movimiento luce casi extinto. Para sorpresa de los organizadores, las bizarras banderas pirata —extrañamente mezcladas con las nacionales— y las consignas anti 4T no lograron convocar más que a un puñado de los 17000 asistentes del 15N. Un experimento político fallido.

Es cierto que la oposición mostró músculo en la primera de las manifestaciones, ¿pero de qué oposición hablamos? Ciertamente no fueron los jóvenes quienes la organizaron ni quienes se manifestaron primordialmente en ella, si bien había algunos con sus respectivas demandas. Tampoco hubo una reivindicación partidista explícita, aunque la presencia velada del PRIAN y Somos México fue más que evidente. El oscuro bloque negro es otro elemento que habría que añadir a la ecuación, cuyas acciones innegablemente iban encaminadas a generar caos y provocar una escalada de violencia. Tanto los intereses partidistas como los de otros actores políticos se encontraron ahí entremezclados con distintas causas ciudadanas por demás variopintas: desde banalidades como el impuesto a los videojuegos, hasta el legítimo hartazgo con la inseguridad y la violencia, recientemente atizada por el homicidio de Carlos Manzo.

Se trata pues de un movimiento social híbrido de dudoso signo ideológico. Lo que sí está claro es que la oposición, partidista y no partidista, ha puesto en marcha una “marea rosa 2.0” con la idea de utilizarla cada que haya oportunidad, siempre a la caza de la coyuntura: un desastre natural, un caso de corrupción, un asesinato político… la idea es capitalizar todo lo que se pueda para desgastar al gobierno, con o sin razón. Aquí lo peligroso es que estamos viendo la importación de tácticas de la extrema derecha internacional.

Por un lado, la manipulación de masas, tan inconformes como inconscientes, mediante una propaganda multimedios dirigida a producir indignación y rabia frente a una realidad que, sin duda, sigue siendo alarmante en términos de seguridad, pero que es igualmente magnificada, mientras sesoslayan los logros —no menores— de la 4T, por ejemplo, en materia laboral, reducción de la pobreza, desarrollo de infraestructura, etc. Como lo reveló el informe de Infodemia Mx, lejos de ser espontánea, la convocatoria a la primera marcha fue ante todo una operación mediática coordinada,abocada a generar cuentas en redes sociales de la nada, lo mismo que contenidos audiovisuales en TikTok, con miras a crear la ilusión de un movimiento social emergente. Nada más lejos de la realidad.

Por otra parte, el recurso a la violencia, aunque no es nuevo, nos recuerda inevitablemente a lo que hemos visto ya en otras latitudes (Estados Unidos, Brasil, Hungría), donde liderazgos autoritarios han intentado tomar el poder por la fuerza cuando los resultados electorales no les favorecen. En el caso mexicano, es obvio que se está allanando el camino para enfrentar al Estado con la sociedad civil, aumentar la crispación social, presentar al gobierno como represor y autoritario… en fin, todo con tal de confirmar la narrativa según la cual vivimos en una dictadura comunista.

Participar en una marcha por la paz cometiendo actos violentos para provocar una respuesta de las autoridades y luego acusarlas de represión, no solo es hipócrita, sino una estrategia repugnante. Profecía autocumplida se le conoce. Lo único claro del bloque negro es que le es funcional a la derecha. Ya lo dijo cínicamente Jorge Romero en entrevista con Azucena Uresti: “lo que nos falta a la oposición es ya literalmente la violencia”. Se trata entonces de sembrar el caos para luego presentarse como los únicos capaces deponer orden.

Ahora bien, sería ingenuo pensar que los eventos ocurridos en la marcha responden únicamente a lógicas, problemas y actores de índole nacional. En este sentido, el señalamiento de Donal Trump aludiendo a los “big problems” de Méxicocomo pretexto para una intervención no es casual, lo mismo que las expresiones de algunos asistentes pidiéndola a gritos: “listen Trump… come and help us!”. A esto hay que sumarle la presencia activa de Atlas Network en nuestro país, su vínculo con Ricardo Salinas Pliego —quien ahora más que nunca no tiene nada que perder— y por ende, con sus distintas organizaciones de tinte político (principalmente Tv Azteca, pero también otras menos conocidas como la Universidad de la Libertad, Caminos de Libertad y el Centro Ricardo B Salinas Pliego). Hay una articulación global en los discursos y acciones de la derecha mexicana que no debemos perder de vista.

Con la primera marcha de la mentadageneración Z”, la oposición demostró que sí tiene poder de convocatoria y es capaz de movilizar el descontento social, justificado o no, pero está soñando si cree que eso se traducirá en una derrota electoral para Morena. No aprenden. Fomentar el rechazo —o aun el odio— al gobierno no necesariamente se traduce en un respaldo mayoritario a tal o cual actor político, ni tradicional ni emergente (léase Verástegui, Salinas Pliego, Somos México, México Republicano…). Antes bien, es razonable pensar que mucho de ese malestar se decante, como es costumbre, por la antipolítica —el colmo de las democracias liberales— y se manifieste más bien en la forma de abstencionismo y anulismo.

La usurpación etaria que la oposición ha hecho de la llamada generación Z revela un intento de washing para hacer que lo viejo se vea nuevo, que la derecha parezca izquierda y que los intereses de las élites pasen por causas sociales. Es preciso dejar en claro de una vez por todas que al hablar de las marchas de la “generación Z” no estamos hablando de la juventud mexicana politizada, sino de una oposición rancia y putrefacta que se moviliza, cual zombi, aun estando políticamente muerta.

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