Mapa de consumo / Víctor Fuentes

28 dic (#Istmopress) .- De un paseo al río, por lo que era la ribera del río Espíritu Santo, hace apenas unos días. Sentí  de pronto que los olores pestilentes de la basura, el mapa de consumo de los  ribereños, no solo saltó  a la vista, atrapó mi profunda nostalgia.

Está por demás enumerar, ese mapaconsumista, además con hacerlo no pararán de ocupar el bordo y el cauce como muladar, hace falta algo más, algo que mueva los recuerdos nacidos del contacto con el río, que remueva la necesidad apremiante de sentir la belleza del agua, su destello, su conjunto de sauces llorones, sus escasos amates, y sus imponentes ceibas.

La tristeza que se respira, es la misma que percibí, junto con varios amigos, que se sumaron a poner en tela de juicio, y luego organizar actividades que se volvieronJornadasambientales. Nos urgía hacerlo, hacer una denuncia sutil, sin alarma, pero denuncia al fin.

Reuníamos alos pocos vecinos, casi a rastras, íbamos a sacarlos de sus actividades cotidianas, filmábamos sus abusos con el río, tomábamosfotografíasde la situación, organizábamos exposiciones de arte, dábamos charlas y proyectábamos películas.

Después, loque filmábamos lo volvíamos a reproducir en cada paso de la ribera que visitábamos,  asíestuvimos  desde el 2005 hasta el año 2008.

Luego llegó el desánimo, de ver que nada se transformaba. El desánimo quiso apoderarsede todos nosotros, algunos abandonaron el grupo, la causa, y nos fuimos quedando  losmenos, los voluntariosos y los que se comprometieron a conciencia, hasta llegara este año 2016. De ello, han pasado ya, 11 años.

Esta barrida en la memoria, me trajo lágrimastibias, lágrimas de impotencia, lágrimas de rabia, mi acompañante se sonrojó, al verme con disimulo limpiarlasconlamanga de mi sudadera.

Estas lágrimas se hacen coraje, se hacen aliento para seguir sin despegar los pies de la tierra y retomar las alas de la esperanza.

Conservar con vida algo que a gritos me susurra cuidado, ese algo es el río, el mismo  que se muere lento, queagoniza, que se lo lleva la corriente directo al mar, y vuelve como si nada, generoso, lleno de plegarias.

Después de pensar en todo lo que ahora escribo, veocon nitidez el brillo de las hojas, veo el destello de la tarde dibujando nuestras sombras desde un puente. Como un cuadro impresionista, un cuadro perfecto salido de los pinceles de Monet. Veo que todo es posible, aún es posible,  si la gente piensa que el río es también generoso, que el río es unaserpiente multicolor que no le encontramos forma, queno encontramos cómo dejarde verlo únicamente como ese enorme cañón paraalimentarlodebasura.

La tarde vacayendo sobre el puente, la tarde me arrastra a losrecuerdos, al entusiasmo delosniños, cuando juntos leemos poemas o cuentos al río, cuando pintamos  yextraemos barro de su entraña.

Cuando vemos una nutria que despistanuestro fulgor. ¿Qué más le podemos pedir al río sinole damos nada más que abandono?A este río hay quealimentarlo, devolverle el verdor, forestarlo, cultivarlopara que aprendamos a quererlo, verlo todoslos días como  elpadre  o la madre que se empeña en hacernos guiño, y no le retribuimos esamiradacómplice.

A este río hay que dejarle a su paso media vida o la vida entera, si es insuficiente. Hay que andar su cauce, en la geografía de la memoria.Comulgar bajo la sombra de sus árboles, deleitarnos en el canto de sus guijarros, escribir con letras de oro cuánto lo amamos.

¿Por qué dejar morir el último aliento que lo sopla? Los ribereños han aprendido abandonarlo a su suerte, y él se resiste, se resistetanto que logra desbordarse, llevarse todo a su paso, mientras los campesinos se lamentan de sus cosechas, los niños ríen ante la vida estrepitosa que vuelve arrastrando arena sobre las calles del pueblo.

Todos los niños, y jóvenes, quizás también los adultos, debían organizar expediciones para conocerlo desde su nacimiento, conocerlo por esos riscos que formaentre la  selva delos Chimalapas. Quizás, así lo amarían, lo mirarían como el hermano pequeño, tan frágil, pero  tan imponente ala vez.

Después de compartir mis esperanzas, salimos rumbo a casa y ¡Sorpresa!, sobre una barda desgastada, a escasos metros de nuestra contemplación del mapade basura. Hallamos un letrero a manera de mural queinvita  a “Cuidemos el agua”.

Sobre lapared pintada se ha dibujado ungrifo que chorrea agua, que sugierecuidarlo, y de nuevo me pregunto. El agua del río ¿Quién ladebe cuidar?

 

Víctor Fuentes

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