Ceremonia poética

19 jun (#Istmopress) .- “Nuestro maestro es músico”, decían orgullosos, y en coro los niños de la escuela primaria Olímpica, pero “¿qué instrumento toca?” Revira otro más. -No es músico del todo, al menos le gusta cantar-, suavicé.

Es un tributo, el saber guiarse por este oído musical delos grupos especializados para amenizar las pachangas; en la región del istmo muchos maestros combinan esta actividad y la de dar clases, éste es el caso de mi compañero docente.

Los demás profesores de la escuela, llegaron a rumorar de que este maestro es mi favorito, mi consentido, en realidad eso aparentaba, pero noera por él únicamente, era por los 22 niños en total, los que debía enseñar todos los días, acostumbraba a faltar dos a tres veces a la quincena, aveces, dos días en la misma semana, esos espacios eran oro molido para mí.

Me aventuré a sopesar su usencia, ya los niños que esa vez cursabanel quinto grado, ni mepreguntaban porqué o si llegaría más tarde como acostumbraba también. Se dejaban llevar y me decían que se sentían a gusto conmigo. En una de esas suplencias les propuse salir  a caminar por el llano, y todos se emocionaron algunas niñas dijeron que era peligroso, que era camino deloscachucos.

Aunasí, nos arriesgamos, partimos temprano rumbo al norte a unos metros fuera del poblado se ven unos cerros cubiertos de matorrales y muchosárboles de morros, motas de basura que los pobladores van dejando asu paso para llegar  asus parcelas.

El límite es La riqueza, antigua estación de ferrocarriles, una choza improvisada, por ahí se deteníael tren para luego los señores de Huamuchilcaminarían o en yunta se llevarían  sus bultos, sus equipajes osus alimentos, producto del tráfico de pescados y mariscos.

Esta era una ruta descampada, a paso delos años se fue llenando de maleza, es intransitable para los vehículos o carretas, al paso mismo y solo queda una vereda trillada, por eso no pudimos llegar aLa riqueza, esa mañana.

Algunosde los niños se salieron del camino y abandonaron el grupo, me entró un pánico por desconocer deltodo el camino y sólo me quedó guardar calma.

Las niñas eran las primeras en querer regresar y  me lo pedían casi llorando, paraevitar que el paseo sevolviera tragedia les dije que esperáramos, que ellossabrían cómovolver, a poco unode ellos empezó a gritar estaba en laparte más alta del cerro, soloveíamosque agitaba su camisa blanca, como lo hacen los naufrago en las películas.

Emocionados buscamos el mejor sendero, el más corto rodeando la falda del cerro, raspones por lascaídas y heridas leves sufridos por todos. Era un mar de lamento y gritos desesperados.

Una vez en la cima todos gritaban contentos, alguno de ellos nos dijo: ¡Mira todo lo que tenemos maestro y ni cuenta nosdábamos!

Veíanel ancho mar enfrente, por el norte, más al fondo  entre una cortina formada por los cerros, se apreciaban dos torres de los aerogeneradores, ellos los llamaron diciéndole  a los otros  miren los ventiladores.

Por donde quiera que miraban todo era maravilla, asombro, colectaban piedras, y las lanzaban hacia la pendiente, formaron pequeños grupos y no dejaban de hablar, mientras el aire del sur amenazaba volarles la gorra, el pelo.

Otros colectaban piedras de varios colores, unode ellos contó sobrela  mina de oro que los españoles querían robar, en sus palabras, pero que el Patrón San Dionisio,selos arrebataba matándolos ahí, adentro  o si lograban salir de todas maneras se volvían locos.

Veía la emoción en sus rostros, el aire del sur fue nuestro aliado, se volvió brisa suave, desde arriba todo se veía distinto,enefecto, asíque guarde mi libro, no quise importunar nada.

Dejéque saciaran su asombro, su aventura, tresde los 22 niños supieron del viaje solo a oídos, seperdieron de esteacontecimiento, luego los que la gozaron con más fuerza propusieronque visitáramos la estación de La riqueza oque fuéramos a Santa Cruz, poblado ubicado a 3 kilómetros de la comunidad,“vamos a retar alos alumnos dela primaria, seguro que van querer jugar” me decían.

En el trayecto de ida pude leer fragmentos depoemas de un libro pequeño, como chispazos, acomodados bajo lasombra de algún matorral o enalgún barranco, ahí nosacomodábamos, Feliciano,  el más atrevido se ofreció a leer el poema completo, y así entre poemas,sudor y un pocode galletas que ellos mismos se ofrecieron llevar,íbamos hasta esemomento ante lodesconocido,jamás les dije que yonunca he caminado porestos llanos, solosabía dela existencia  deLa riqueza de ahí enfuera, nada más.

 

Pasaron unos días, en un acto público uno delosprofesores aprovechó para manifestar su admiración y aplaudir la valentía de los niños a la aventuraque emprendimos, y afortunados nada grave ocurrió, dijo muy seguro y audaz “la escuela estácambiando, pero los que debemos hacerloestamos aletargados, de no serpor la falta del maestro el director no llevaría a los niños a ninguna parte”.

No sé, si soloese sea el motivo, pero yo creo que sino hubiera ausencias delos  maestros siempre encontraría una salida a tanta energíacontenida, sería lamentable guardarme todo lo que me reporta, al ver y saber que los niños soncapaces aun de enseñarnos cuál es el camino más corto para llegar al asombro, ala risa, a la alegríade estar siempre dispuestos a vivir la vida en toda su plenitud, y sobretodo, a conocer de cerca la aventura de aprender.

Víctor Fuentes

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