Raíces enterradas / Víctor Fuentes

“Se vendearbolitos” dice un anuncio escrito sobre el trozo de una caoba, nuestros abuelos lo llaman por esta región cobano, lo leo cada vez que paso sobre la Avenida Bocanegra, ahí vive Na Prisciliana, mujer alta, delgada  casi unamodelodepasarela, con suenaguaalviento, de refinado andar y un acentuado ademan, fluido español, y poco, muy poco zapoteco, creció en el barrio de losventeños, supongo que ellavino de La Ventaaradicar a Unión.

Su hijo es quien ahora puso el letrero,paravender los árboles que él mismo con paciencia siembra, busca prolongar la floraregional, árbolesendémicos y los adaptados a nuestros climas o región, son pocos losejemplares, no pone todos a la vista,solo un grupopequeño deplantas como:guie’niza/ madre cacao, guie’ yase/olivo negro, huajes, tepehuajes,  bioongo/ceiba o pochote, guanabana, papause, entre muchas más.

Deeste grupoelegí  uno, mecostó cincuenta pesos. Cuandolo tomé medijo Elpidio Solórzano, que era un buen comprador porquelabolsatenía dos árboles, lo elegí sindarmecuenta, solo me gustó por sus ramastorcidas direccionado elviento, me lo imagino crecidoy siguiendoelritmo del viento. Tiene muy pocas ramas, me informó. Mientras le ponía el billete en sus manos.

Paguéy quise irme, luego comenté rápidamente lo bien que resulta que ahora él se dedique a una labor tan provechosa para su familia y para el medio. Y claro no solo embriagarse, casi le reproche.

Entonces,él asombrado me dice que lleva más de diez años ya, sin probar un trago de alcohol. Cosa que me hizo sentir conmocionado y torpe a la vez, a Elpidio,lo conocí cuando estudiaba  aunlapreparatoria, él yaera ingeniero y sededicaba atrabajar enlasdependencias degobierno que es hoy SAGARPA. Cuando vino su jubilación, sededicó de lleno a las laboresdelcampo, y su pasión porlas plantas, sembrar las semillas, verlas germinar y crecer,además preservar laflorade laregión lo llevó acrear su pequeño  vivero.

Elpidio,  me parecía enese entonces un hombrerefinado, culto, con él aprendí a verdecerca losproblemasdel país, de laregión, del estado, su crítica puntal y mesurada meabrióposibilidades de interpretación delarealidad, fue un buen guía para mí, meprestaba librosque leía atento, y llegó aregalarmeunos, entreel que más  me acuerdo esuno sobrelavidadel NegroDurazo, fue todo completo, recién había visto la película lo queme pareció increíble, verla película y leer al mismo tiempo el libro eracosaimpensable enmi juventud.

Elpidio, me pidió promocionarlo, entonces recordé a su madre en medio su jardínsiempre lleno  deflores,la veía espigada entre gardenias,jazmines, tulipanes, y muchasrosas, todasestas lastransformaba en plantas, ponía una rama  directamente al suelo, le echaba poca tierra a manera de un injerto pegado alatierra, renacían envidiables en unos cuantos días, desde ahí Na Prisciliana, llenadeflores aromáticasle gritaba a Elpidio, que lo visitaba.

Me detenía un poco por el perro que no se me fuera a aventar, pero másparaapreciarlos colores, a aspirar los aromas y esperar que ellameabriera lapuerta,mientras Elpidio, salía a mi encuentro.

Cundo él me expuso su deseo que lagente sepade su vivero, me vi más que comprometido, pensé que no solo quiere vender, lo mueve su conciencia y gusto por las plantas. Me siento afortunado de contar consu amistad, que dejé defrecuentar cuando una tarde que lo visité salió a avisarme, que ya no sería posible dedicarme tiempo, pues recién se había traído a la casa de Na Prisciliana, la mujer que sería su esposa.

Mesentí  un poco triste, y pensé, que perdía para siempre un apreciable amigo, megustó quefueraclaro conmigo y esomeayudó a superarme, abuscar en los librosrefugio y ser un día como él,refinado,culto y deagradable conversación.

Elpidio, ahora usa lentes, sedejacrecer la barba sinafeitar,susojos claros, lucen cansados por sus muchas lecturas, pero no deja su risa sarcástica, su buenmodo deexpresarse, suagradable confianza.

Considero que vivir haciendo lo que a uno legusta esla mejor manera para tener suficiente ánimos para crear, seguir pegado al campo, a la tierra, a las plantas. Como ahora justo él lo hace. Una labor tan alentadora en estos tiempos de actitudes y voluntades desgarradores.

 

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