Memoria del río/ Víctor Fuentes

Salimos esa mañana del salón y caminamos rumbo al río en busca de un sauce llorón, el primero que vimos, se movía soberbio, al ritmo del vientecillo de los últimos días de noviembre. El día se prestaba nublado, el sauce llorón lo rodeaban una bandada de libélulas salían en grupos de entre sus ramas, iban y venían. El maestro del grupo me pidió usar la cámara del celular y de ahí le tomó fotos a los niños, un grupo de trece chicos, pero ese día uno de ellos faltó.
Estamos leyendo un libro intitulado: Linnea, y nos acerca a la vida del pintor impresionista Monet, Linnea y el señor Bloom, personajes del libro. Emprenden un viaje para visitar la casa museo del pintor y maravillarse con el jardín y su puente japonés, en el transcurso del viaje bordean el río Sena se encuentran los sauces,lo llama árbol de lágrimas, entonces los niños atentos a las ilustraciones, los invité a encontrarle parecido con algún árbol local. Fue como propusieron buscarlo en el río del pueblo.
Lo hallamos, es difícil que pase desapercibido, en medio de un río que solo tiene matorrales, algunos amates, y árboles de biquiiché/ campeche. El sauce se aferra a la nula humedad que libera el cauce del río que hace muchos años, quizás veinte o un poco más, los pobladores vecinos de Unión Hidalgo, ayudados un poco por la bifurcación natural del afluente, y con una máquina prefirieron agrandar el hilo de la corriente hacia los terrenos de cultivo, para favorecer un solo canal.

De modo que el río, que durante esa mañana visitamos, ya solo contiene basura. Inmundiciaque les provocaba náusea, caras torcidas y asombro “Chamacos hay que cagar en esa taza” gritó Felipe, cuando la vio botada entre la basura.

Mientras seguimos bordeando el cauce, Betel una niña menuda, de piel morena cortó un ramillete de florecillas, al acercarla a su nariz comprobó un olor poco agradable, que quiso botarla luego luego.
Mientras el resto de los niños preguntaban que árboles y arbustos veían. A su paso encontraban lo mismo bilumbu’/cachimbo, be’zayaga/ huanacaxtle o parota, du’ga’ y chubi’/especiede amates yamatillos. Entre muchos más, todos de gran valor para mantener fresco y aun con vida este afluente, pues estos árboles han crecido dentro de él y no a su margen.

De esa manera va guardando la memoria del afluente, para cuando las aguas del río EspírituSanto crezca. Las pasadas lluvias de abril y mayo fueron tan escasas que las pocas aguas se evaporaron y se filtraron una vez pasada la temporada, al grado de ver un verdor que apasionó alos niños, por su propiainiciativa cortaron hojas del sauce, hojas de cuanto árbolesa su alcance, y ramas delas enredaderaspara aprisionarlas en sus libretas de nota, uno de ellos comentóque las secaría para hacer con todas un herbario.
El maestro propuso que todos los que quisieran podían hacerlo y sino, que le hicieron como Linnea,guardar solo unas para su libreta viajera o diario. Betel,preguntó qué si las florecillasmantendrían su olor penetrante. Luego comentó que mejor no las guardaría. Una másle advirtió. “Mejor guárdalas,quizás alestar secas pierdan su aroma, o lo conserven. Experiméntalo¿No crees?” le volvió a decir.

Esta lectura sin libro, es otra manera de leer el mundo, la vida escolar. Por ello, los niños y nosotros nos sentimos orgullosos de tenerun tiempo para acercarnos a la naturaleza, así entender sus ciclos y quenos inspire a cuidarlo, a proponer acciones que los vecinos puedan entender que este río,convertido en un canal inservible todo el año a la vista de todos, pueda tener una relación directa y cercana con los niños, con la vida dela comunidad de Chicapade Castro.

Estamos pensando cómo le podemos hacer para que éste montón de matorrales y árboles convivancon nosotros, cómo nosotros hacer que nuestra vida escolar correspondamutuamente en armonía naturaleza y escuela.

Después de respirar, oler las hierbas, sentir las texturas del tallodel sauce, y tocar cada poro de los arbustos. Regresamos a la pausa del aula, regresamos a la vida imantada de la escuela, solo nos queda pensar en la renovación continua, crear motivos suficientes para volver. Prometimos volver otras veces,prometimos salir más depaseo,lo más pronto posible.

Antes de hacernos más promesas Felipe, nos puso al tanto, “Pero si el río no está lejos, solo caminamos unacuadra, y miren todo lo que encontramos”. Después de una pausa pidió: “volvamos mañana”, -sí, mañana- se precipitó en eco. Por todo el aula. Esperemos y ojaláasí sea.
Víctor Fuentes

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