Los libros y la palabra / Víctor Fuentes

 

En el universo de los libros existen los inimaginables y los que están por editarse. Así que, si queremos celebrar a los libros podemos con justa razón centrarnos en alguno o en algunos en particular.

En este caso y aun siendo así, me centraré en los del género literario, y en el género me voy al de poesía, pero no de toda la poesía si no al del poema.

Poema y poesía no es lo mismo, a lo largo de la historia se ha escrito una gran cantidad de poemas, muchas nunca llegaron a ser poesía.

Grandes poemas pueden llenar enciclopedias para asignar épocas, identificar corrientes y movimientos vanguardistas, quien quiera conocer la historia puede remitirse a la poesía, ellas pueden ser una línea secreta para una tesis sobre la memoria histórica.

Las vanguardias, es para los críticos, para las academias que se empeñan en nombrar con “ismos” todo poema escrito, para que eso ocurra, el poeta debe estar circunscrito en una corriente, ser de ese tiempo, de ese movimiento artístico.

Hay una especie de venación, de santidad, que arropa a todo poeta aun si éste solo escribe por encargo, mucho se ha escrito sobre poetas mexicanos que reciben becas de las instituciones para poder dedicarse solo a escribir.

Quizás con ello piensan que el poeta y su obra nunca serán subversivos,  quizás piensan que están frente a un ser insensible. Y me quiero detener sobre este asunto tan delicado de quienes escriben sobre conciencia y quienes solo plasman versos lindos, versos rosas.

Se escucha mucha  letra maquillada del género poético, todos los jóvenes lo hacen no tanto por no saber que escuchar sino porque es lo único que se presenta como una maravilla literaria, el mercado del disco hasta hace algunas décadas del siglo pasado. Ofrecía literatura y educaba a todos, la generación escuchada letras demasiado románticas, insulsas que les hablaba de sus sentimientos o les dibujaba como podían vivir las ilusiones.

Un poema entonces se va construyendo de palabras, pero para ser poesía debe tener rigor, ser poesía. Es decir, tocar con poesía (palabras) el filo de los sentimientos, para serlo debe saber decirnos como nadie lo ha hecho antes, ni nadie lo ha pensado, quizás hasta nosotros mismos nuestra condición humana o deshumana.

No tiene caso llenar hojas enteras de palabras que a nadie interesará, ni a él mismo, mucha veces el poeta es consciente de ello, o se lo dicen los jurados de las convocatorias a las que inscribe su poemario.  Muchos escriben para llenar la convocatoria, y en eso se acaba su verdadero sentido poético.

Mucha gente cree que la poesía emerge oscura, en medio de la nada, se olvida que el poeta es un ser que habita el mundo como tal, que tiene sus propios problemas,  y además se pregunta de los problemas de los demás, busca saber el sentido de su paso por el mundo.

Cuando  alguien escribe, y se decide publicarlo está atentando contra las ideas de los otros, no espera imponer las suyas, pero está apartando un sitio fuera del lugar común, y eso no se lo da su atrevimiento, si no la poesía, su literatura.

Por ello, todos debíamos escribir, para comprender no lo que está afuera, si no dentro de nosotros mismos. Escribir no necesariamente poemas, de un solo tipo, de un solo género, o porque algo sea producto de moda.

La escritura es una acompañante, para la persona letrada,  a quien se considera intelectual.  Si alguno de nosotros no ejerce la escritura somos seres incompletos ¿Podemos encontrar poemas en la gente ágrafa? Digo que sí.

Para eso, se nos ha dicho que la cultura del mexicano es, viene y se sigue perpetuando fuera de la academia, es decir, sin ningún rigor científico. La academia nombra esas voces de muchas maneras, a veces eufemística, sabiduría popular, conocimiento empírico, cultura étnica, entre muchas maneras más.

Entonces la poesía y todo cuanto existe sobre el mundo literario está o termina clasificado como la literatura de los otros, contra los menos. Solo hay dos maneras de nombrase en el mundo y eso se nos dice todos los días y de todas las formas posibles.

De esa manera se nos atrapa, y cuando somos subversivos, y además usamos la herramienta mejor controlada que es justo, la palabra, estamos atentando el interés primordial de nuestro status quo.

Debido a ello se nos aleja de manera consciente de los libros, o todo lo que huela a palabra escrita, la poesía llega a nuestras instituciones en forma casi de espía, o se nos enseña una única manera de conocerla, y se nos aleja quizás de manera involuntaria  del gran poder de la palabra dicha o escrita.

Mi invitación es que todos podamos decidirnos en algún momento tomar posesión en el mundo, empezar ya a ejercer el legítimo derecho que tenemos a escribir. Tendremos sin lugar a dudas tropiezos, dificultades hasta conflictos con nuestro alrededor y con nosotros mismos. Debemos pelearnos con nuestro propio fantasma y emerger desde el fondo de nosotros.

Quien escribe pasa a la historia, o por lo menos da continuidad a la marcha de la historia o nos muestra otro camino que nadie ha andado.

Quiero para terminar agregar algunos prerrequisitos para quienes quieran iniciarse con la poesía  como género, una vez metido en algún tiempo en ello, ya nadie, ni uno mismo lo podrá frenar.

La poesía bebe llegar serena, abundante, recibir amor y cuidado para que si se enoja y se va, quiera algún día volver, y quedarse para siempre, con uno.

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