Ladrillo a ladrillo / Víctor Fuentes  

Ay nanna za bixia yoo xa , xisi nga qui ñate la / Ay no importa que se derrumbó la casa, lo bueno fue que no morí  se escucha en el imaginario colectivo de la gente afectada en Unión Hidalgo, mi pueblo.

La expresión es acompañada de pausas para los suspiros, una pausa larga y el llanto aparece, se dice esto por fuera aunque por dentro nos queme un lamento cual braza de copal, en medio de una cola para recibir despensa, ayuda médica o psicológica, repetimos mil veces lo ocurrido esa noche  de la catástrofe.

En medio de una pronta devastación  y demolición apresurada de las maquinarias pesadas,  vemos un ir y venir de volteos cargados de los ladrillos, polines, vigas, puertas y ventanas de décadas. Por lo menos de tres generaciones continuas  todo hecho escombro, la vista se nos va llenado de vacíos, casas vueltos patios como antaño, de montones de materiales convertidos en polvos, dan doble servicio resuelven dejar descampado  el terreno, y tapar con ello baches de las calles.

Con urgencia se quiere borrar la devastación, no se piensa volver habitar en una casa de tejas, no se quiere que la sostenga una plancha, una viga, las paredes enormes de ladrillos son impensables. Todo este material que por años nos ha servicio como habitación adaptada al clima de la región, tendrá necesariamente que sufrir una renovación, se piensa en una restauración. Cosa imposible, se nos han adelantado el oportunismo, el deseo deshumano de empresas que buscan acaparar los trabajos constructivos, entre más casas se demuele mayor es la oportunidad para seguir en la espera de la ayuda gubernamental.

¿Tenemos los habitantes de Unión Hidalgo que espera la recuperación de estas casas junto con   nuestro sistema constructivo por parte de estas constructoras? Una espera que vale la pena es el apaciguamiento de las réplicas que ya suma casi los 5000.

Aunque es necesario la espera urge ofrecer propuestas. Para ello, el arquitecto José Abel Santiago, con suma preocupación ha dimensionado la magnitud del problema y ha querido apoyar con lo que puede, haciendo un presupuesto, tomando en cuenta la recuperación de materiales propios, también ha pensado en recuperar la arquitectura vernácula, es lo mejor, en cuanto a diseño de los  espacios, y es donde toma importancia su propuesta.

Las casas de Unión Hidalgo, como todas las del istmo  guardan la intimidad y la magia que nos brindaba el espacio, respetando los espacios, se podrá proveer a los ancianos, a las personas adultas y a los niños mayor área de juegos, ya que siempre han vivido en casas amplias y de buena altura.

Las dimensiones que generalmente les proveía una casa de dos planchas, van de los cinco por ocho metros de ancho y largo.  Toda esta sensación se podrá recuperar, es impensable una casa  sin el espacio donde nuestras madres y  abuelas al despertar se dirigían a la mesa de los santos para darles las gracias y pedirles por un mejor día y porvenir, una sensación que envolvía la vida  de nosotros  los zapotecas.

Todos podemos voltear a ver la propuesta o las propuestas que van surgiendo, con la ayuda de todos pronto tendremos una casa, con nuestra participación podemos ofrecer este espacio vital,  es necesario tener los recursos, el entusiasmo, las ganas  y el deseo de volver a recorrerlas y esperar que nuestras calles conservaran el misticismo.

Con un ladrillo a ladrillo recuperado, tendremos casas nuevas, que tal vez conserven mucho de lo antiguo pero con aires contemporáneos. Respirar de nuevo el valor que siempre han tenido, los zapotecas no solo hemos perdido una herencia material, perdemos el concepto de casa ligada  a nuestro propio cuerpo, nombramos ique yoo, como cabeza de la casa, que es nuestra cabeza, lú yoo, guiru lú yoo, que son la fachada o ventana de la casa, comparada con nuestros ojos.

Decimos xii yoo, la puerta donde entra y sale el aliento nuestro. Y el interior con el vientre, vísceras y corazón para ndaani yoo. Las paredes son nuestra espalda deche yoo. Lade yoo nuestra entre pierna.  Decir casa es decir el cuerpo, espíritu. Como nuestro propio cuerpo que respira y ama.

Por todo, es urgente que las constructoras venidas de fuera y las internas  reparen en ello, que la ayuda gubernamental entienda nuestra cultura, nos conozca y de no ser así, estamos dispuestos a reivindicarnos, resurgir  debajo de los escombros como tantas veces lo hemos hecho.

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