La mitad del mundo

11 jul (#Istmopress) .- “Ponemos los más chiquitos por aquí, los más  gordos allá, y decirle a los niños que no los muevan” Escuché esta opinión  venida de un niño de seis años, mientras las maestras se empeñaban en catalogar o al menos eso pretendían. Necesitaban hacer un registro de los libros con losque la biblioteca de la escuela cuenta.

No es extraño que ocurra este tipo de accionesen las escuelas, desdeel surgimiento del programa libros delrincón y su llegada a las escuelas, por lo que sé no solo enel istmo, sino en todo el estado.

Estos materiales fueron secuestrados por los directores, es decir, ellos fueron directos facilitadores o guardianesde estos libros. Su misión consistía cuidar y evitar su deterioro, maltratarse e incluso perderse, si se ponían en manos de los niños.

Entonces varios optaron por resguardarlos con celos. Una imagen nítida quenose perderá por mucho tiempo en mi cabeza, es la que vi en uno de los salones, mientras recorríamos mis compañeros asesores técnicos por las escuelas de la jefatura de sector, lo primero que ves es un mueble como entrepaño empotrado en la pared, a más de un metro, de fabricación cacera, a base de malla ciclón con una mano depintura, rojo oxido, le llaman primario los balconeros.

El mueble es de tresniveles encadaunose acomodan los libros, siguiendo la sugerencia delas acciones del programa libros del rincón. La clasificación se facilita  por el color específico en la  mitad del lomo del libro. Así se notan las tiras naranjas,  verdes, lilas, o rosa, entre otros.

Los libros estaban firmes, ante mis ojos. Quizás sin abrir la puerta los niños logran introducir bolas de papel arrugado, envolturas de dulceso bolis.

La escena es patética, libros encerrados que comparten desechos, voluntarios o no. Lo encerrado es lodemenos la mota inquisidora lo imprime uncandado que un tiempo fue plateado. Y me pregunté ¿Quién tendría la lleve?

Esta escena que se mantiene en la memoria por ya algunos años, se ha repetido en infinitas ocasiones, esperanzado de encontrar maestros y directivos, que sean por decir facilitadores de los libros. Son muy pocas las ocasiones que esto ocurre, es una remota posibilidad, los directores siguen ejerciendo poder de decisión sobre estos materiales.

Estas profesoras que se empeñan en catalogar estos libros, son un ejemplo de la preocupación que han heredado de las escuelas por donde han pasado a prestar su servicio. Muestran poca aceptación a conversar, dialogar y reflexionar cuál camino sería el más idóneo para que los libros estén al servicio de los niños, sin tanto atosigamiento administrativo, sin tanto rigor técnico, sin tanta simulación. Pero con mucho conocimiento de causa.

Cuando estamos conscientes, de lo que podemos lograr con modificar las actividades cotidianas en las escuelas, se hace evidente ese interés en cómo emprendemos cualquier situación que está en nuestras manos.Qué de ello puede facilitar el camino de la transformación, considerar que los libros son el centro del cambio, no es fácil, ni tarea de uno solo, se requiere de la larga compañía de quienes compartimos el gusto, el placer por lo que hacemos y sobretodo el amor que sentimos por leer un libro  completo.

Aunque confieso eso, no es suficiente, hace falta dedicación, empeño, continuidad, registro sistemático no solo de lo que hacemos en torno de los libros, sino lo que piensan los niños de estos, y lo que sienten por leer un libro.

Considerar sus propuestas tan espontaneas, como lo expresé en la frase dela entrada del texto, venida de un niño con serias dificultadespara mencionar las palabras con la grafía “R”. Finalmente no es impedimento,pues sin inmutarse opina brillante, fresco y directo.

Mover los libros sin aspavientos, sin protocolos exagerados, sin intenciones avenidas y de sumo protagonismo, es una cosa sensata que todo director, profesor o promotor de libros, puede asumir. Si despojamos estos artificios alrededor del acercamiento del libro a los niños, la mitad dela tarea está resuelta.

Así, pienso que es urgente cambiar nuestra percepción en este acercamiento, los muebles, las bibliotecas equipadas, son necesarias pero no imprescindibles, la queja o carencia de estas no pueden ser punto de inicio para que los libros estén en las manos delos niños, el recinto es una escena constituida para albergar ellibro, peronolos mueve, no acerca por si solo loslibros hacia ellos.

¿Qué hacer? Antes de pensar en los muebles, el equipamiento y el mismo recinto o inmueble, convendría leer en voz alta, compartir nuestros sentimientos, emociones y opiniones de tal o cual libro en cuestión. Evitaríamos indiferencia, si mostramos que nuestra razón de estar en la escuela es por nuestra pasión por la lectura, la escritura y que el libro es la fuente de donde mana esa pasión, esa emoción, y muy probablemente sin decir palabras los niños sabrían que amamos sin más el libro.

De la forma en que leamos en voz alta, presentemos a un cuentacuentos, una obra de teatro, o cualquiermanifestación de arte en relación a los libros, es la posibilidad, única de acercar con alegría el libro y sean estos mismos materiales los que le den razón de existir en nuestras escuelas. No hay biblioteca vacía, hay escuelas vacías de emociones, de razones para promover los libros.

Cuando les propuse la urgencia de reorganizar los libros de la biblioteca a los docentes de la escuela en la que laboro, respondieron con la petición de catalogar, procurar un horario, decidir si se prestaban o no los libros, por cuanto tiempo, serían solo los alumnos de sexto grado quienes lo pueden hacer o dejar que un maestro se encargaría de todo lo relacionado con loslibros.

No fuimos capaces de romper el cerco, aspirar nuevos caminos, nadiese atrevió a proponer que podrían leer en voz alta, a qué horas, que todos presentaran los libros a toda la escuela, a grupos pequeños o que habláramos sencillamente delosgustos que tenemos porel libro ocuántos delos cientos delibros que se catalogan con esmero conocemos y hemos leído alguna vez.

No hubo este tipo de entusiasmo, aunque de manera esporádica selee, y se lee porque  la lección del bloqueloamerita, se lee porque se inspiraron ese día,no hay cambio notorio que haga pensar alosniños que sus profesores aman loslibros, queloslibros pueden ser objeto compartido conellos y con nosotros. Que loslibrospueden llegar a casa yleerse antes dedormir, enla mañana o lograr apagar el televisor y sumergirseen el mar inmenso de los libros.

Cierro mis pretensiones con la opinión del gran maestro delapintura Van Gogh “Prefiero, escribió, pintar los ojos de los hombres a pintar catedrales, porque hay algo en los ojos de los hombres que no existe en las catedrales, por majestuosas e imponentes que éstas sean…” , yo prefiero leerle alosniños y no tener una biblioteca que me cobije, prefiero cargar –yo mismo- loslibros en  lamochilaalhombro, parece que llevo la mitad del mundo en miespalda, y espero el mejor momento para mostrárselos con amor y entusiasmo a los niños.

Víctor Fuentes

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