Zapotecas aman el campo y preservan el maíz zapalote chico

#Juchitán 06 ago (#Istmopress) .- Clara Crispín Crispín y Rosario del Carmen Carrasco Sánchez son dos mujeres indígenas de Juchitán, son zapotecas de corazón y su pasión es el campo, sus primeros pasos lo dieron a la par de sentir la tierra del campo, han caminado entre los surcos de maíz, sandia y melón porque consideran que el maíz es la fuente de vida, que sin maíz no hay vida y no hay país.

Clara tiene 73 años de edad y Rosario 23, son 50 años la diferencia de edades sin embargo las dos están convencidas que conservar el maíz a través de su cultivo es la única ganancia de sobrevivencia.

Saben que sus cosechas se pierden y no son redituables, pero aun así lo intentan en cada ciclo agrícola, Clara perdió la cosecha de agosto pero lo intentará a finales de noviembre, mientras que Rosario junto con otros siete campesinos mayores de edad desde el año pasado aceptaron el reto de sembrar maíz zapalote chico para producir semillas más rentables.

“El maíz es la vida, sabemos que los transgénicos quieren entrar, en nuestras parcelas vemos como el maíz evoluciona poco a poco, sabemos hacer surcos, cortar los elotes y también preparamos diversos platillos típicos, el maíz es lo todo y por eso lo estamos conservando”, expresaron.

El año pasado la falta de lluvia ocasionó sequia y por lo consiguiente la muerte de las cosechas, pero de las autoridades no reciben nada, este año no cobraron el apoyo por siniestro agrícola y tampoco otro tipo de recursos.

“Nosotras no tenemos salario mínimo, si no trabajamos no comemos, así de fácil por eso es que le apostamos mucho al campo, sabemos que el gobierno quiere que muera, porque no nos apoya, todo lo que hemos conseguido es de lo que sembramos, vendemos y volvemos a invertir, nada nos han regalado”, sostuvieron.

Clara tiene tres hijos y junto con ellos se ha dedicado a sembrar maíz en sus 30 hectáreas, los cuales una vez que cosecha su milpa (maíz, sandia y melón) los vende de casa en casa en su natal Juchitán.

“Soy una familia de campesinos, mis padres Nicolás Salinas y Braulia Crispín me heredaron el amor por la tierra, a su muerte heredé las hectáreas y desde entonces no lo he dejado, para nosotros el campo nos ha dado todo, la vida misma”, expresó.

Las ganancias que obtiene la campesina son de 300 a 400 pesos semanales cuando la cosecha le va bien, pero cuando no, nada, apenas por su edad comenzará a recibir el apoyo de 65 y más, de lo contrario seguiría pidiéndole a Dios milagros para que la lluvia caiga y la cosecha logré vivir.

Rosario nació y vive en un Rancho llamado “San Antonio” en la comunidad de Álvaro Obregón, de niña cursó la primaria en una escuela cercana a su casa y para la secundaria tuvo que trasladarse a Juchitán para poder estudiar, actualmente es ingeniera y presidenta del grupo de trabajo indígena “Xhuba Binni” en Juchitán.

“El campo nos ha dado satisfacciones pero no ganancias, debido a que la producción de maíz no es rentable sin embargo es lo que sabemos hacer, en mi caso, mis padres se han dedicado toda su vida a la siembra al igual que mis hermanos, fui la única que combinó el campo y la escuela, sin embargo sigo ahí, me gusta caminar por los surcos, comer elote tierno y disfrutar de unas tortillas elaboradas con maíz puro”, relató.

Ella y otros siete socios impulsaron el rescate del maíz zapalote chico en sus parcelas a través de un proyecto que otorgó la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) y del cual el año pasado en su primera etapa obtuvieron 10 toneladas del maíz, el cual en una segunda etapa han sembrado para poder conservar esta especie.

Ambas mujeres no pierden la fe de que el campo siga vivo, de que las autoridades los apoyen con proyectos productivos y que se extinga toda ambición de que los transgénicos las invadas, su mayor pasión es el campo y seguirán hasta el fin de sus días.

 

Diana Manzo/Corresponsal

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